Muchos jóvenes astronautas no debieron pegar ojo la noche del jueves. La noticia de que la sonda Phoenix de la NASA había demostrado la existencia de agua en Marte abre un nuevo y apasionante escenario en la conquista del espacio. Quién sabe si la idea de mandar una misión tripulada al planeta rojo empieza a hacerse hueco en las agendas de las agencias espaciales.
Más allá de la pachorra con la que el séptimo arte ha mandado y manda hombres y mujeres al espacio, la idea de viajar a Marte ha sido en el mundo real una quimera con dos escollos de peso: el presupuesto y las dificultades logísticas. "El hecho de que la NASA haya alargado la misión de la sonda --se queda un mes más, hasta finales de septiembre-- y haya destinado más dinero --1,3 millones de euros-- demuestra que esto va muy en serio", apunta Salvador Ribas, astrónomo, investigador de la Universidad de Barcelona (UB) y director científico del Parque Astronómico del Montsec. Aunque asegura que técnicamente ya no estamos muy lejos de dar otro pequeño paso para el hombre --grande para la humanidad--, este experto considera que todavía serán necesarios "de 20 a 25 años" para dar un largo paseo por el arenoso terreno marciano.
MARCAJE CONTINUO De momento, los deberes se están haciendo y se progresa adecuadamente más allá del gol por la escuadra que la NASA les ha marcado al resto de agencias espaciales con el éxito de la Phoenix. Marte tiene en su órbita tres sondas --dos estadounidenses y una de la Agencia Europea Espacial-- y, en su superficie, otras dos exploradoras --la Spirit y la Opportunity--. Todas ellas se encargan de realizar un continuo marcaje a la actividad del planeta rojo.
"Se necesitarán seis o siete meses para llegar, otros dos para investigar y seis o siete más para volver. Esto supone casi un año y medio fuera de la Tierra", resume este científico. El silencio con el que cierra su descripción de la misión da vértigo. "Pero si se logra --prosigue más tranquilizador-- que los astronautas puedan potabilizar el agua de Marte, se conseguirá minimizar el gasto y el peso. Ahí puede radicar parte de la importancia del hallazgo de hielo".
Ribas repasa los experimentos que se han realizado en la Estación Espacial Internacional para poner a prueba la capacidad de los astronautas de superar condiciones extremas. Habla del trabajo conjunto que realizan, sobre todo, la NASA, Europa y Rusia para evitar una nueva carrera que acabe en precipitados y funestos proyectos. Pero este científico es cauteloso. "Es muy probable que los intereses políticos aceleren mucho el viaje a Marte. Estamos cerca de las elecciones en Estados Unidos y no sería raro que algún candidato nos sorprendiera con alguno de esos planes espaciales que tanto gustan a los ciudadanos americanos". China es otro factor a tener muy en cuenta. Según este científico, "es muy posible que la agencia espacial china, de cuya mayoría de proyectos sobre el espacio no se conoce casi nada hasta que ya se han realizado con éxito o fracaso, sea toda una revolución en la conquista de Marte". Rusia, que podría hacer de puente con el Gobierno chino para evitar tensiones, parece resignada a facilitar los cohetes de propulsión y a intentar colar a un astronauta en una futura misión. Moscú, sin embargo, puede que guarde una bala en la recámara. Desde abril, el Gobierno ruso lleva a cabo un experimento que tiene como finalidad enviar primates a Marte en un plazo de 10 años. El objetivo es algo tan humano o inhumano como comprobar cómo les sienta la radiación solar a los monos voluntarios cuando su nave vaya camino del planeta. Nada nuevo si recordamos los ensayos que Rusia realizó a finales de los 50 con perros astronautas --cómo olvidar a la mítica Laika-- a los que envió a orbitar por la Tierra.
La Agencia Espacial Europea prepara otro proyecto surrealista para finales de año con la vista puesta en Marte. Tras realizar un exhaustivo casting durante un año, este organismo encerrará en Moscú a 12 personas en dos tanques de aislamiento durante 520 días, sometiéndoles al estilo de vida que debería soportar un astronauta en su viaje de ida y vuelta al planeta rojo. "Es complicado encontrar a gente saludable para este experimento", reconoció en junio del 2007 Viktor Baranov, uno de los responsables de la iniciativa.
El hecho de que el hombre --o la mujer-- llegue a Marte puede aportar, en opinión de Ribas, "una visión subjetiva y una movilidad extraordinaria que darán una perspectiva mucho más amplia del planeta. Además, la posibilidad de recoger nuevas muestras sobre el terreno puede llegar a revelar posibles formas de vida". Ese debería ser el fin: investigar, aprender y divulgar. Pero si la ciencia se viste, como ha sucedido con excesiva frecuencia, de ambición y ansias de clavar una bandera, es posible que el viaje a Marte, de triunfar, sea, a partir de ahora, una mera carrera contrarreloj.
Y qué tal colonizar Marte ahora que sabemos que hay agua? "Se dijo lo mismo de la Luna y hace 30 años que nadie la ha pisado, o sea que yo no sería optimista", concluye Ribas.
Lo bueno es que, si finalmente viajar a Marte se convierte en la versión sideral de Los locos de Cannonball, puede que el astronauta español Pedro Duque todavía esté a tiempo de coger el tren directo hacia el planeta rojo.
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