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lunes, 13 de octubre de 2008

Una empresa de jamones recupera una raza de porcino al borde de la extinción

Fuente: 20minutos.
  • El Mangalica es un cerdo húngaro con aspecto de oveja.
  • Es un cerdo muy graso, único pariente del cerdo ibérico.
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Frente a la crisis del sector ganadero, la empresa Jamones Segovia, que comercializa la marca Monte Nevado, ha consolidado su prestigio y su comercio en el exterior con una iniciativa que puso en marcha en Hungría para recuperar una raza que estaba al borde de la extinción.

La labor ha obtenido el reconocimiento del país del este europeo y además se ha plasmado en un acuerdo oficial que se encuentra en el Parlamento húngaro, donde se agradece a la familia Olmos y a su empresa, Jamones Segovia, la labor de recuperación de esta raza autóctona.

En aquel país también conservan el agradecimiento de que esta empresa segoviana haya luchado por esta raza, para lo que contribuyeron incluso zoos de Budapest y Debrecen aportando algunos de sus ejemplares. Por todo ello, el ministro húngaro de agricultura József Gráf visitará mañana martes las instalaciones de Jamones Segovia, en Carbonero El Mayor (Segovia).

La visita responde a las relaciones comerciales existentes entre la empresa jamonera y el país magiar por la recuperación del cerdo tradicional húngaro, prácticamente extinguido en 1991. Las relaciones de la empresa Segoviana - fundada en 1898 y productora y comercializadora entre otros productos chacineros de los jamones Montenevado - con Hungría se remontan a 1991.

Jamón de lenta curación

En aquella época Jamones Segovia buscaba por todo el mundo (China, Bulgaria, Polonia...) variedades porcinas para elaborar jamón de lenta curación. Durante estas idas y venidas, la empresa recaló en una explotación húngara en Debrecen donde encontraron un ejemplar de Mangalica. Era uno de los 200 de esta raza que quedaban en todo el mundo.

“Buscaba un cerdo graso en un momento en que el mercado estaba apostando por el jamón de primer precio. En Hungría me presentaron Large-White, Landrace, Pietrain... todo muy magro, muy precoz... igual que en España. En Debrecen me ofrecieron visitar una tipología Landrace hipermejorada".

"En esto, vimos pasar una especie de oveja con cara de cerdo. Mis anfitriones restaron importancia al ejemplar e incluso se avergonzaron de él, como animal anacrónico y sin futuro. Conseguí, gracias a Peter Toth, mi actual socio en Hungría, que se sacrificase el animal para poder ver la canal y la calidad de la carne y de la grasa. El resultado fue tan satisfactorio que a los pocos meses ya habíamos creado una empresa en Hungría para su explotación”, explica Juan Vicente Olmos, de Jamones Segovia.

Mangalica

El mangalica es un cerdo muy graso que era el tradicional en Austro-Hungría (para elaborar mantecas) y que es el único pariente del cerdo ibérico. Con la II Guerra Mundial empezó un rápido declive, siendo sustituido por variedades estandar. En 1991 estaba condenado a la extinción, e incluso una de las cuatro variedades de la raza desapareció.

De aspecto rústico, con pelo largo y rizado, la estética del cerdo Mangalica no es muy atractivo. Es un cerdo muy peculiar, su pelo se vuelve rizado en primavera, dándole al cerdo un aspecto de oveja, y el porcentaje de grasa es el más alto entre los cerdos. El Mangalica es un cerdo de crecimiento más lento, que llega a alcanzar los 140 kilogramos de peso, para lo que necesita un año de edad frente a los cinco meses del cerdo blanco. Además su mayor capacidad para la generación de grasa, le sirven para generar jamones parecidos al ibérico por el veteado.

lunes, 18 de febrero de 2008

El `cibercerdo´ llega al supermercado

Fuente: ABC.es.

El futuro ya está aquí. Animales genéticamente prefabricados para el consumo humano. Es la búsqueda del filete perfecto, dicen unos. Una grave amenaza para la salud y la biodiversidad, según otros. En EE.UU., todo está listo para la comercialización de carne clonada. Y Europa pronto seguirá sus pasos. La alarma para los consumidores y el negocio para la industria bioalimentaria están servidos.

Esta semana toca barbacoa. Cada viernes, los empleados de Cyagra, una empresa biotecnológica estadounidense, se reúnen para almorzar. Es algo más que una comida para fomentar el compañerismo. Durante meses devoraron churrascos y solomillos, luego costillas… Ahora han decidido picar la carne restante y hacer hamburguesas, hasta acabar con varias toneladas de ternera congelada en los frigoríficos de la empresa. Carne clonada, para más señas, que Cyagra, uno de los líderes mundiales en el sector de la bioalimentación, almacenó después de sacrificar a un puñado de ejemplares de reses clónicas para realizar un estudio. Al fin y al cabo, no tenían el visto bueno de la Agencia Federal de Alimentos (FDA) para sacarla al mercado. Tampoco es que tuvieran un veto categórico. La FDA se limitó a pedirles una moratoria voluntaria. Y como decenas de empresas de investigación y cientos de ganaderos norteamericanos, Cyagra la ha respetado (se supone). Y de paso, ha engordado a sus empleados con el fruto de sus investigaciones. También es una forma nada sutil de lanzar un mensaje al consumidor: «Si nosotros, que somos los científicos, embadurnamos ternera clónica de kétchup y nos la zampamos, no puede ser mala», así puede resumirse el discurso del director de marketing Steve Mower. Publicidad directa al estómago.


El problema para el señor Mower es que, por el momento, poca gente tiene estómago para comerse un bistec sabiendo que su ADN ha sido calcado de un animal que ha prestado involuntariamente su material genético para que lo multipliquen ad náuseam. Da igual la zona de la que se extraigan esos genes: paletilla, rabo, uñas, pelo… Lo que interesa es el núcleo de una única célula. Se extrae del animal donante; se cultiva en una probeta; se inyecta en otra célula, cedida por un segundo animal, de la que se ha vaciado el núcleo; se le aplica un calambrazo eléctrico para despertarla al más puro estilo Frankenstein; el embrión se transfiere al útero de un tercer animal, la madre adoptiva, y se deja que la naturaleza, por fin, siga su curso. Lo que nacerá será una copia genética exacta al 90 por ciento del donante. ¡Que aproveche!


No tan rápido… Aunque el Gobierno de Estados Unidos ya no pone objeciones a la comercialización de este tipo de alimentos, que considera seguros, queda mucho camino por recorrer para que lleguen a los lineales de los supermercados. No sólo hay que convencer a una madre de que puede darle sin temor un vaso de leche de vaca clonada a sus hijos, además hay que hacer salivar al personal con la idea de clavarle el tenedor a un ‘chuleclón’. Lo inquietante es que puede que no quede tanto camino… Quizá las grandes compañías opten por no desvelar el pedigrí genético de la carne o el yogur que compramos. ¿Pueden hacer eso? Veamos cómo está el tema.


¿Se acuerdan de Dolly? Hace poco más de una década que en Escocia se clonó el primer mamífero, una oveja que envejeció tan rápido que fue ‘eutanasiada’ en un arranque compasivo de su creador. Los laboratorios llevan obsesionados desde entonces con dos líneas de investigación. Una es la biomédica: por ejemplo, convertir a vacas y cabras en farmacias con patas, de cuyas ubres mane leche con antibióticos, vacunas, insulina, anticuerpos o sustancias coagulantes para hemofílicos. O criar cerdos cuyos órganos vitales sean compatibles con los humanos y no produzcan rechazo en el caso de un xenotrasplante. La otra es la industria de la alimentación: la creación del filete perfecto... y su multiplicación hasta el infinito. Una industria emergente concentrada en seleccionar los mejores ejemplares no tanto para destinarlos al consumo humano, sino con fines reproductivos. Las empresas del sector, encabezadas por ViaGen, Trans Ova Genetics y Cyagra, ya han producido centenares de estos clones, unos 570 son vacas premiadas en concursos y toros bravos de rodeo. Y otros 200 son cerdos. Un negocio redondo que choca con las reticencias de los consumidores.

Sigue leyendo el articulo completo en ABC.es (son 3 paginas).