Fuente: ABC.es.
El futuro ya está aquí. Animales genéticamente prefabricados para el consumo humano. Es la búsqueda del filete perfecto, dicen unos. Una grave amenaza para la salud y la biodiversidad, según otros. En EE.UU., todo está listo para la comercialización de carne clonada. Y Europa pronto seguirá sus pasos. La alarma para los consumidores y el negocio para la industria bioalimentaria están servidos.
Esta semana toca barbacoa. Cada viernes, los empleados de Cyagra, una empresa biotecnológica estadounidense, se reúnen para almorzar. Es algo más que una comida para fomentar el compañerismo. Durante meses devoraron churrascos y solomillos, luego costillas… Ahora han decidido picar la carne restante y hacer hamburguesas, hasta acabar con varias toneladas de ternera congelada en los frigoríficos de la empresa. Carne clonada, para más señas, que Cyagra, uno de los líderes mundiales en el sector de la bioalimentación, almacenó después de sacrificar a un puñado de ejemplares de reses clónicas para realizar un estudio. Al fin y al cabo, no tenían el visto bueno de la Agencia Federal de Alimentos (FDA) para sacarla al mercado. Tampoco es que tuvieran un veto categórico. La FDA se limitó a pedirles una moratoria voluntaria. Y como decenas de empresas de investigación y cientos de ganaderos norteamericanos, Cyagra la ha respetado (se supone). Y de paso, ha engordado a sus empleados con el fruto de sus investigaciones. También es una forma nada sutil de lanzar un mensaje al consumidor: «Si nosotros, que somos los científicos, embadurnamos ternera clónica de kétchup y nos la zampamos, no puede ser mala», así puede resumirse el discurso del director de marketing Steve Mower. Publicidad directa al estómago.
El problema para el señor Mower es que, por el momento, poca gente tiene estómago para comerse un bistec sabiendo que su ADN ha sido calcado de un animal que ha prestado involuntariamente su material genético para que lo multipliquen ad náuseam. Da igual la zona de la que se extraigan esos genes: paletilla, rabo, uñas, pelo… Lo que interesa es el núcleo de una única célula. Se extrae del animal donante; se cultiva en una probeta; se inyecta en otra célula, cedida por un segundo animal, de la que se ha vaciado el núcleo; se le aplica un calambrazo eléctrico para despertarla al más puro estilo Frankenstein; el embrión se transfiere al útero de un tercer animal, la madre adoptiva, y se deja que la naturaleza, por fin, siga su curso. Lo que nacerá será una copia genética exacta al 90 por ciento del donante. ¡Que aproveche!
No tan rápido… Aunque el Gobierno de Estados Unidos ya no pone objeciones a la comercialización de este tipo de alimentos, que considera seguros, queda mucho camino por recorrer para que lleguen a los lineales de los supermercados. No sólo hay que convencer a una madre de que puede darle sin temor un vaso de leche de vaca clonada a sus hijos, además hay que hacer salivar al personal con la idea de clavarle el tenedor a un ‘chuleclón’. Lo inquietante es que puede que no quede tanto camino… Quizá las grandes compañías opten por no desvelar el pedigrí genético de la carne o el yogur que compramos. ¿Pueden hacer eso? Veamos cómo está el tema.
¿Se acuerdan de Dolly? Hace poco más de una década que en Escocia se clonó el primer mamífero, una oveja que envejeció tan rápido que fue ‘eutanasiada’ en un arranque compasivo de su creador. Los laboratorios llevan obsesionados desde entonces con dos líneas de investigación. Una es la biomédica: por ejemplo, convertir a vacas y cabras en farmacias con patas, de cuyas ubres mane leche con antibióticos, vacunas, insulina, anticuerpos o sustancias coagulantes para hemofílicos. O criar cerdos cuyos órganos vitales sean compatibles con los humanos y no produzcan rechazo en el caso de un xenotrasplante. La otra es la industria de la alimentación: la creación del filete perfecto... y su multiplicación hasta el infinito. Una industria emergente concentrada en seleccionar los mejores ejemplares no tanto para destinarlos al consumo humano, sino con fines reproductivos. Las empresas del sector, encabezadas por ViaGen, Trans Ova Genetics y Cyagra, ya han producido centenares de estos clones, unos 570 son vacas premiadas en concursos y toros bravos de rodeo. Y otros 200 son cerdos. Un negocio redondo que choca con las reticencias de los consumidores.
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