Fuente: eco alimenta.
Quizás se estén despertando, aunque no escucharán a los ambientalistas ni incluso a los geólogos, pero ¿pueden los gobiernos ignorar a los capitalistas? Citybank lo publicaba en un informe la semana pasada, hasta ahora ignorado por los medios de comunicación, en él, proponen “dificultades genuinas” en aumentar la producción de petróleo crudo, especialmente después de 2012”.
Aunque iniciarán 175 proyectos de extracción en los próximos cuatro años, “el miedo permanece de que la mayor parte de estos proyectos serán anulados a causa de niveles altos de declive”. La industria del petróleo se ha burlado de la noción de que la provisión de petróleo podría llegar a un tope, pero “pruebas recientes de fracasos en el crecimiento de la producción pasarán el muerto de probarlo a los productores”. Ya que no han sido capaces de responder al increíble aumento de precios. “La producción total de hidrocarbono liquido se ha estancado desde mediados de 2005 y se encuentra en algo mas de 85 millones de barriles diarios”.
El asunto es más complicado que nunca ya que los países de la OPEP se niegan a aumentar la producción. Según Citybank lo que ahora ha cambiado es que los países productores que no pertenecen a la OPEP no pueden responder a los precios. ¿Significa esto que la producción en estos países a alcanzado su cenit? Si es así, ¿que van a hacer nuestros gobiernos?
Hace ya nueve meses solicité al gobierno británico sus estudios sobre las reservas mundiales de petróleo. Su respuesta me dejó perplejo, no han realizado ninguno. Se basan en una fuente externa: un libro publicado por The Internacional Energy Agency (IEA) (Agencia Internacional de la Energía). La omisión es todavía mas extraña cuando lees el libro y descubres que hay una gran polémica, llamando a los que cuestionan el abastecimiento futuro de petróleo “doomsayers” (tremendistas) sin aportar evidencias que apoyen sus conclusiones. Aunque los países de la OPEP tienen grandes intereses en exagerar la cantidad de sus reservas para así aumentar sus cuotas, La IEA se fía de sus propios estudios sobre el abastecimiento futuro.
La semana pasada lo volví a intentar y recibí la misma respuesta: “El gobierno está de acuerdo con los análisis de la IEA que dicen que las reservas de petróleo y gas son suficientes para mantener el crecimiento económico en un futuro cercano.” Puede que no se hayan dado cuenta que la IEA ya está dando marcha atrás. El Financial Times dice que la Agencia “ha admitido que no está prestando la suficiente atención a las restricciones en la oferta ya que cada vez hay mas evidencias de que los nuevos descubrimientos se están realizando más despacio de lo que se esperaba… el declive en descubrimientos de nuevos yacimientos son un secreto bien guardado por la industria del petróleo, y la IEA está preocupada sobre si los datos que maneja no son precisos.” ¿Qué ocurrirá si esos datos son erróneos? ¿Que pasará si las reservas anunciadas por la OPEP son una sarta de mentiras? ¿Que planes de emergencia tiene el gobierno? La respuesta es ninguno.
La Comisión Europea por el contrario si que tiene un plan, pero es un desastre. Reconoce que “la dependencia del petróleo del sector del transporte… es uno de los problemas mas serios que sufre la UE en cuanto a la inseguridad en el abastecimiento de energía”. En parte para diversificar los abastecimientos de combustible y en parte para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ha ordenado a los estados miembros que para 2020, el 10% del combustible que quemamos en los coches sea reemplazado por biocombustibles. Esto no resolverá el pico del petróleo, pero puede que incluso lo ponga en perspectiva al provocar un problema aun mayor.
Para ser justo con la Comisión, ha admitido que los biocombustibles no son una panacea verde. Las reglas incluidas en su borrador dicen que estos no deben ser producidos destruyendo bosques primarios, pastos y humedales, ya que esto puede causar un aumento neto en las emisiones. Tampoco se podrá dañar ningún ecosistema con una gran biodiversidad para plantar biocombustibles.
Suena bien, pero hay tres problemas. Si los biocombustibles no pueden ser cultivados en tierras vírgenes, estos deben confinarse a la existente superficie agrícola, lo que significa que cada vez que llenamos el depósito quitamos comida de las bocas de la gente. Esto además aumenta el precio de los alimentos, lo que anima a los agricultores a extender los cultivos hacia otras tierras, bosques primarios, pastos antiguos, humedales y todo lo demás. Nos podemos felicitar por mantenernos moralmente puros, pero los impactos son los mismos. No hay salida para esto: en un planeta finito con un abastecimiento de alimentos muy ajustado, o se entra en competencia con los pobres o se utilizan nuevas tierras.
El tercer problema es que la metodología de la Comisión ha sido desacreditada por dos nuevos estudios. Publicados en la revista Science, calculan los costes totales de carbono en la producción de biocombustibles. Cuando se tiene en cuenta la ‘limpieza’ de nuevas tierras (provocada directa o indirectamente por el desplazamiento de cosechas destinadas a la alimentación) todos los principales biocombustibles provocan un aumento enorme en las emisiones.
Incluso la fuente más productiva- la caña de azúcar plantada en las, poco fértiles, sabanas de Brasil- provocan una deuda de carbono que tardan 17 años en ser canceladas. Ya que la mayor parte de las reducciones se debe realizar ahora, el efecto neto de esta planta es aumentar el cambio climático. La peor fuente- la palma aceitera desplazando a las selvas tropicales que crecen en turba- provoca una deuda de carbono de 840 años. Incluso cuando se produce etanol a partir de maíz cultivado en tierras “descansadas” arables (lo que en la UE se llama set-aside y en los EEUU se llama conservation reserve), se tardan 48 años en pagar la deuda. Los hechos han cambiado. ¿Cambiarán las políticas?
Mucha gente piensa que hay una manera de evitar éstos problemas: producir biocombustibles no de las semillas sino de los residuos- si el combustible para el transporte puede ser obtenido de paja o hierba o virutas de madera, no existen implicaciones sobre el uso de la tierra y no hay peligro de extender el hambre. Hasta hace poco yo también creía en esto.
Desgraciadamente la mayor parte del “desecho” agrícola no es tal. Es el material orgánico que mantiene la estructura del suelo, nutrientes y almacenamiento de carbono. Un estudio encargado por el Gobierno Estadounidense propone que, para ayudar a conseguir sus objetivos en biocombustibles, el 75% de los residuos agrícolas deben ser recolectados anualmente. Según una carta publicada en Science el año pasado, retirar los residuos agrícolas puede acentuar la erosión en cien veces. Nuestra adicción al coche, puede conducirnos a un pico del suelo y a un pico del petróleo.
Recolectar los desechos de las cosechas significa reemplazar los nutrientes que contienen por fertilizantes que provocan más emisiones de gases de efecto invernadero. Un estudio publicado recientemente por el premio Nobel Paul Crutzen dice que las emisiones de óxido nitroso (un gas 296 veces más invernadero que el CO2) de los fertilizantes nitrosos anulan todas las reducciones que pudiesen producir los biocombustibles, incluso antes de tener en cuenta los efectos producidos por el uso de las tierras.
Si se cultivan los llamados de segunda generación especiales como árboles o Pasto varilla (1)(una gramínea perenne estival), tampoco soluciona el problema: como otros cultivos energéticos, desplazan la producción de alimentos y las emisiones de carbono. Cultivar Pasto varilla (una gramínea perenne estival), como muestra uno de los estudios de Science, crea una deuda de carbono de 52 años. Hay gente que propone producir combustibles de segunda generación a partir de hierba cosechada en praderas naturales o de desechos municipales, pero ya es bastante complicado producirlos de una sola materia, mucho más difícil manufacturarlo de una mezcla. Aparte del aceite usado no hay ningún biocombustible que sea sostenible.
Todas estas complicadas soluciones están diseñadas para evitar una más simple: reducir el consumo del combustible para el transporte. Pero eso requiere el uso de una materia diferente. Desgraciadamente la oferta global de coraje político parece que alcanzó su pico hace ya algún tiempo.
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