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sábado, 12 de enero de 2008

Nueva orientación científica

Fuente: Vanguardia.

Los psicólogos hemos cargado con un prejuicio de la sociedad: la psicología es la atención a la locura y los psicólogos o psicoterapeutas son llamados “loqueros”. Desgraciadamente durante décadas la ignorancia científica tanto de la sociedad como de los mismos psicólogos contribuyó a difundir este prejuicio enfatizando el aspecto de enfermedad mental como objeto de estudio de la psicología, a pesar de la existencia de otras ramas de esa ciencia que no se preocupaban de las anormalidades humanas, sino de los procesos normales.

Algunas de estas ramas son la psicología educativa, la psicología evolutiva, la psicología de la personalidad, la psicología industrial… y ninguna incluye la psicopatología (el estudio de las “enfermedades mentales”).

Recientemente ha sido aceptada por la American Psychological Association una nueva rama llamada psicología positiva. Es una corriente científica que desde los tiempos de Alfred Adler a principios del siglo pasado fue surgiendo. El mismo se separó de Sigmund Freud con quien inició el movimiento del psicoanálisis, en gran parte como una reacción a la orientación determinista, pesimista y patológica que caracterizaba a esa corriente, y creó el movimiento científico de la “psicología individual”, cuyos conceptos eran la tendencia natural a la superación (no a la enfermedad) y el “interés social” como indicador necesario de madurez humana.

La ciencia de la Psicología Positiva busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano, durante tanto tiempo ignoradas. El objeto de este interés no es otro que aportar nuevos conocimientos acerca de la psique humana para alcanzar mejor calidad de vida y bienestar, sin apartarse nunca de la más rigurosa metodología científica.

Es muy interesante subrayar que los factores que preocupan al “psicólogo positivo” son el desarrollo de las fortalezas, las virtudes y los procesos tradicionalmente llamados cognitivos como causas fundamentales de la calidad de vida personal y social. No invierte tiempo en revisar, diagnosticar o deshacer traumas del pasado, su orientación es hacia el presente y el futuro.

La psicología positiva no es un movimiento filosófico ni espiritual, ni pretende promover el crecimiento humano a través de métodos dudosamente establecidos. No es un ejercicio de autoayuda ni un método mágico para alcanzar la felicidad.

Es una ciencia que desarrolla lo positivo del ser humano, algo tan desconocido a pesar de que está en la pupila de todo mundo.

jueves, 28 de junio de 2007

Tres estudios psicológicos que hoy serían ilegales

Veo en neatorama una curiosa reseña sobre tres experimentos psicológicos muy duros, y que en dos de ellos dejaron secuelas a los participantes.
Esta es la traducción de esta lista:

1 - El experimento de Milgram sobre la obediencia

En este experimento de la Universidad de Yale, a los participantes se les dijo que se trataba de un experimento sobre los efectos del castigo en el aprendizaje. Tu tarea consistía en enseñarle a unos “aprendices” una lista de palabras, y cada vez que la otra persona se equivocara, debía aplicarle una descarga eléctrica. Ademas, la descarga eléctrica iba en aumento, llegando a un máximo de 450 voltios, un voltaje que puede ser mortal.

En el experimento, los aprendices siempre se equivocaban, lo que hacía que el voltaje de las descargas fuera aumentando hasta llegar a unos niveles terribles, en que los aprendices gritaban de dolor y suplicaban que se detuviera el experimento; en ese punto, Milgram conminaba al participante a ignorar estas súplicas y continuar con el experimento, sin importar si las descargas podían matar al aprendiz.

Lo que los participantes no sabían es que el generador de descargas eléctricas no funcionaba, y que los supuestos aprendices a los que debían castigar si no se aprendían la lista eran en realidad actores.

El objetivo real del experimento era poner a prueba los límites de la obediencia; comprobar si una persona está dispuesta a llegar hasta final cuando está obedeciendo órdenes. El 65% de los participantes llegaron al límite de 450 voltios.

2 - El experimento de la prisión de Standford

En 1971 se seleccionó a 24 estudiantes, entre los que se repartieron aleatoriamente los papeles de guardián y preso. El día que comenzó el experimento, los que hacían el papel de preso fueron sorprendidos en sus casas, esposados y llevados a una cárcel creada en el departamento de psicología para el experimento. A los prisioneros se les despojó de sus pertenencias, se les dio un mono de nylon y un número de identificación. La única misión de los guardianes era vigilar el cumplimiento de las normas.

En unos pocos días, los guardianes se volvieron sádicos y empezaron a someter a los prisioneros a tratos vejatorios, y muchos de ellos sufrieron depresión, ansiedad o apatía. A pesar de que todos sabían que era solo un experimento, guardianes y prisioneros se metieron completamente en sus papeles. Los resultados fueron tan dramáticos, que el experimento se suspendió tras solo seis días (debía haber durado dos semanas).

3 - El pequeño Albert

En 1920, John Watson llevó adelante un experimento para demostrar que los miedos están condicionados por una asociación con otras situaciones de terror.

Para ello, utilizó a un niño de 11 meses al que enseño a tener miedo de un ratón blanco por el procedimiento de golpear una barra de hierro con un martillo cada vez que el niño cogía el ratón para jugar con él, asustándole. Pronto, este miedo se extendería a cualquier cosa con un aspecto similar al del ratón, como el pelo blanco de Watson o la barba de Santa Claus.

Watson demostró claramente que el miedo puede ser condicionado, pero no hubo forma de revertir los resultados. Como explica la Wikipedia, el pequeño Albert sufrió daños psicológicos permanentes a causa del trauma que le produjo el experimento.

Fuente: Teleobjetivo.

lunes, 11 de junio de 2007

Nueva teoría sobre el suicidio

Todos los años, cerca de un millón de personas en el mundo se suicidan. Ahora, una nueva hipótesis sobre los mecanismos psicológicos que subyacen en el acto de quitarse la vida, podría ayudar a evitar muertes de esta clase, al permitir identificar a las personas con mayor riesgo.

El profesor de Psicología Thomas Joiner, de la Universidad Estatal de Florida, ha dedicado gran parte de su carrera a intentar averiguar el porqué de los suicidios. Muchas personas están desesperadas y deprimidas de manera severa. Sin embargo, unas se suicidan y otras no. ¿Qué hace a algunas personas escoger el acabar con sus propias vidas? La respuesta, cree él, podría evitarles la muerte.

"Existe la idea de que el suicidio es un modo de morir diferente de los otros, pero hay razones claras de por qué las personas mueren por el suicidio", explica Joiner, un experto internacionalmente reconocido en este tema. "Al igual que con las enfermedades cardíacas, si entendemos la causa, podemos adoptar medidas de prevención".

La innovadora teoría de Joiner sostiene que quienes se suicidan, no sólo quieren morirse, sino que han aprendido a superar el instinto de autoconservación.

El deseo de la muerte, según Joiner, está compuesto de dos estados psicológicos: una percepción de ser una carga para los demás y un sentimiento de no pertenecer a nada. Por sí mismos, ninguno de estos dos estados es suficiente para despertar el deseo de la propia muerte, pero juntos producen un deseo que puede ser mortal cuando se combinan con la habilidad adquirida de producirse una autoagresión.

¿Cómo se supera el instinto natural de la autoconservación? En una palabra: con la práctica. En la teoría de Joiner, las víctimas de suicidio se "entrenan" para el acto acostumbrándose al peligro, al miedo y al dolor. Pueden hacer esto de muchas formas a lo largo de su vida.

Para algunos, esta práctica es deliberada, se empeñan en una conducta temeraria, se autolesionan o cometen repetidas tentativas de suicidio. Otros pueden tener un historial de accidentes o de intervenciones médicas, mientras que otros reciben daños indirectamente. Quizás, como les pasa a los médicos (que tienen un elevado riesgo de suicidio), los suicidas potenciales están expuestos por su trabajo a convivir a diario con el dolor y el sufrimiento. Con el tiempo, la autoagresión y las situaciones peligrosas se vuelven poco amenazadoras y hasta rutinarias, según Joiner, haciendo el suicidio más fácil de llevar a cabo.

"Algunas personas creen que quienes cometen suicidio son débiles", explica Joiner. "En realidad su acto es cuestión de audacia. Una persona normal no puede hacerlo a no ser que venza su miedo a la muerte, y esa es la conducta que los suicidas aprenden".

La teoría de Joiner explica por qué grupos aparentemente diferentes de personas, como los anoréxicos, los atletas, las prostitutas y los médicos, tienen tasas de suicidio por encima del promedio global de la población. Los estilos de vida de todas estas personas las exponen al dolor, ya sea el suyo propio o el ajeno, y en cierto sentido las endurece contra el sufrimiento, según Joiner.

La hipótesis también explica por qué un número relativamente grande de personas quieren suicidarse, pero sólo una pequeña fracción lo hace. Y también a la inversa, bastantes personas poseen valor suficiente para matarse pero la mayoría no lo hace. Hay relativamente pocas personas en la zona de convergencia peligrosa de deseo de morir y capacidad para el suicidio, según Joiner, y éstas son las personas con el mayor riesgo de presentar una conducta suicida seria.

Fuente: Noticias21.