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sábado, 31 de mayo de 2008

Descubren mecanismo de suicidio celular

Fuente: El Nuevo Herald.

En un supremo acto de autoinmolación, millones de células humanas se suicidan todos los días para mejorar nuestra vida.

Algunas lo hacen para que embriones en desarrollo no tengan membranas entre los dedos. En los adolescentes, las células cerebrales que no se usan mueren. Otras perecen tras sufrir daños por radiación o el humo del cigarrillo.

Los científicos han comenzado a aprender a controlar este proceso de demolición biológica y usarlo en la guerra contra el cáncer. Se llama muerte celular programada (PCD) o, en jerga científica, apoptosis. Los errores durante la apoptosis pueden llevar al cáncer o evitar que la terapia contra el cáncer funcione.

"En entre una tercera parte y la mitad de todos los cánceres, un gran componente de la malignidad es la capacidad de las células malignas de resistir la apoptosis'', dijo Richard Lockshin, profesor de Biología de la Universidad St. John's en Nueva York.

La muerte programada de las células está dirigida por un grupo de unos 25 genes, algunos con mórbidos nombres como Guadaña, Malo, Sombrío u Hoz. Esos genes tienen instrucciones de crear ciertas proteínas que inician procesos químicos que aniquilan las células no deseadas.

Laboratorios del gobierno, de universidades y privados se han lanzado a una carrera para desarrollar drogas que controlen los genes PCD. Varias compañías biotecnológicas ya ensayan en seres humanos medicamentos de este tipo contra el cáncer de pulmón y del colon, entre otros. Ninguna de las medicinas experimentales se ha aprobado.

"Los primeros intentos de manipular directamente la muerte de las células no han sido muy efectivos'', indicó Lockshin.

Otros investigadores están más optimistas. "Creo que las intervenciones terapéuticas clínicamente útiles estarán a punto para el 2012'', expresó en un mensaje electrónico Guido Kroemmer, investigador del Centro Francés de Investigación Médica en París.

La muerte programada de células se investiga desde hace por lo menos 10 años, cuando Robert Horvitz, biólogo celular del Instituto Tecnológico de Ma- ssachusetts (MIT), descubrió una familia de genes en gusanos de laboratorio que obligaba a ciertas células a morir o les impedía hacerlo.

Horvitz y dos colegas británicos recibieron el Premio Nobel en el 2002 por su trabajo. Los genes de los gusanos tienen paralelos con el ser humano y son objeto de intensas investigaciones.

Funciona así: algunos genes asesinos producen proteínas que rompen la mitocondria en órganos vitales. La mitocondria dañada libera sustancias químicas que con el tiempo destruyen la células anfitrionas. Al mismo tiempo, otras proteínas de la misma familia tratan de obstaculizar la apoptosis, manteniendo la célula viva. Como explica Horvitz en la página electrónica de su laboratorio, el equilibrio entre estas proteínas decide "qué células mueren y cuáles viven''.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Crean una molécula sintética que induce al suicidio a las células cancerígenas

Fuente: Tendencias21.

El fenómeno de la apoptosis o muerte celular programada ha sido mimetizado en laboratorio para producir una molécula artificial capaz de asesinar hileras de células enfermas de cáncer. Aunque se encuentra en los primeros estadios de investigación, estos procesos han pasado ya de células de cultivo a hileras de células cancerígenas en ratones vivos, consiguiendo incluso la eliminación de tumores. Pero la apoptosis imitada podría llegar a servir también para sanar otras enfermedades, como desórdenes neurológicos o enfermedades autoinmunes. Por Olga Castro-Perea. Un equipo de científicos del Howard Hughes Medical Institute, de Estados Unidos, ha conseguido crear en laboratorio una molécula sintética capaz de inducir al suicidio a las células cancerígenas, informa dicho instituto en un comunicado. Los resultados de esta investigación han aparecido publicados en la revista especializada Cancer Cell.

Liderados por Xiaodong Wang, del Centro Médico de la Universidad de Tejas Southwestern, los investigadores desarrollaron una pequeña molécula que imita la actividad de la Smac (segundo activador mitocondrial de las caspasas), una proteína que provoca el suicidio de algunos tipos de células. De esta forma, consiguieron que la molécula artificial convirtiera señales de supervivencia de células enfermas en señales de muerte.

El descubrimiento podría derivar en la creación de compuestos para tratamientos contra el cáncer de pulmón y otros tipos de cáncer, que supondrían un tipo de terapia menos tóxica para las células sanas que la quimioterapia, aseguran los científicos.

El cáncer resiste

En el cuerpo humano, las células defectuosas o que se han convertido en innecesarias durante el crecimiento y el desarrollo son inducidas a suicidarse gracias a un proceso muy equilibrado conocido con el nombre de apoptosis.

Este mecanismo es uno de los principales tipos de muerte celular programada y consiste en un conjunto de reacciones bioquímicas que ocurre en las células, y que provocan su muerte de manera controlada. Las muertes celulares pueden deberse al propio desarrollo de estructuras corporales o, simplemente, a la necesidad de eliminar células que supongan una amenaza para el organismo.

La proteína Smac es una de los principales activadores de la muerte celular y, cuando la maquinaria asesina de células inapropiadas se pone en marcha, es lanzada desde las mitocondrias (centrales energéticas de las células) para la activación de la serie de reacciones que producirán la muerte de las células dañadas o anómalas.

Por desgracia, las células cancerígenas son resistentes a las señales de la proteína Smac, porque son capaces de “detener” el proceso de la apoptosis, según explican los científicos.

Asesinato celular artificial

Wang y sus colegas desarrollaron una pequeña molécula artificial que imita a la proteína Smac, capaz de penetrar en las células y provocar la apoptosis. Estas moléculas miméticas provocan el mismo daño que la proteína que imitan, pero sin necesidad de que haya señal alguna por parte de la mitocondria, por lo que no puede detenerse su efecto.

En estudios previos, Wang y sus colaboradores descubrieron que la molécula desarrollada en laboratorio podía matar a células cancerígenas en cultivos controlados, pero también se percataron de que las células sólo morían cuando la molécula mimética se introducía en dichos cultivos combinada con otro componente de la apoptosis: el factor de necrosis tumoral o TNF, una sustancia química liberada por las células del sistema inmune que interviene en procesos como la inflamacióm, la destrucción articular derivada de la artritis reumatoide, y otras patologías.

El nuevo estudio, sin embargo, constata que un significativo porcentaje de hileras de células cancerígenas que provocan el cáncer de pulmón eran sensibles al tratamiento de la Smac mimética, sin necesidad del TNF. Las pruebas fueron realizadas con células de ratones a los que se había producido un tumor, es decir, en el interior de organismos vivos enfermos, y los resultados fueron alentadores: la Smac artificial consiguió reducir los tumores e incluso, en algunos casos, los hizo desaparecer.

Hileras de células más sensibles

Según explican los científicos en Cancer Cell, por otro lado, una prueba con un panel de 50 hileras de células de cáncer de pulmón humano reveló, sorprendentemente, que un cuarto de estas hileras de células reaccionaban al tratamiento con la Smac mimética solamente, lo que indicó que la señal de la apoptosis se había encendido en estas células.

Según señala Wang en el comunicado del Howard Hughes Medical Institute, los científicos se preguntaron por qué las hileras de células de cáncer de pulmón eran más sensibles a la acción de la Smac mimética, sin necesidad de TNF. Wang afirma que las células cancerígenas eran difíciles de eliminar, pero que las hileras de células parecían sensibles al efecto de la apoptosis.

Los análisis revelaron que esto se debía a que las hileras de células producían su propio TNF, por tanto, estaban ya más predispuestas a ser sensibles a la apoptosis artificial. La paradoja, según Wang, es que las señales del TNF también forman parte de una compleja activación que da a las células una señal de “supervivencia”, ofreciéndoles así una ventaja para el crecimiento. Esta misma señal volvía a las hileras de células sensibles al exterminio artificial.

Nuevas terapias

Los investigadores también descubrieron que las hileras de células de algunos cáncer de mama y de melanoma o cáncer de piel eran sensibles a la acción de la Smac mimética por sí sola. En este caso, explica Wang, la ventaja de supervivencia que aporta el TNF se vuelve un defecto fatal porque la misma vía de supervivencia puede usarse para que la Smac artificial ponga en marcha la apoptosis.

Asimismo, la detección de TNF en hileras de células de cualquier tipo de cáncer ayudaría a los científicos a determinar qué hileras podrían ser sensibles a los tratamientos con la Smac mimética, propiciando el desarrollo de futuras terapias contra el cáncer.

El suicidio celular es una parte integral de la vida. De hecho, la capacidad de la célula de adiestrarse a sí misma para morir es necesaria para un desarrollo normal de los embriones de gran número de organismos. Por ejemplo, la apoptosis permite a los renacuajos convertirse en ranas.

Las investigaciones de Xiaodong Wang y sus colaboradores intentan aprovechar este mecanismo natural para generar nuevos tratamientos, y no sólo contra el cáncer, sino también contra otras enfermedades, como los desórdenes neurológicos. Las enfermedades autoinmunes a veces tienen también su origen en un fallo celular que detiene el proceso de muerte de las células. Por eso, conocer bien el mecanismo y aprender a reproducirlo promete convertirse en una vía de tratamiento efectivo.

miércoles, 27 de junio de 2007

Japón abordará su primer gran estudio para frenar su elevada tasa de suicidios

TOKIO.- Japón va a realizar el primer estudio a gran escala para analizar las razones de su tasa de suicidios, la mayor entre los países industrializados con 30.000 al año, informó la agencia local Kyodo. En el país asiático se dan los índices de sentimiento de soledad más elevados del mundo.

El trabajo, impulsado por la organización Life Link, comenzará a estudiar 1.000 casos, en julio, con entrevistas a familiares, conocidos y compañeros de trabajo centradas en el contexto social de las víctimas, así como otros aspectos psicológicos y de conducta.

"Hasta ahora no se han podido tomar medidas efectivas porque la realidad de las 30.000 personas que se suicidan cada año nos es desconocida", señaló el responsable de Life Link Yusuyuki Shimizu. "Esperamos poder dar una visión clara del problema que incluya qué factores están forzando a la gente a suicidarse", añadió.

Tras conocerse que el año 2006 fue el noveno consecutivo en el que la tasa de suicidios nipona superó los 30.000 casos, el gobierno japonés reconoció la necesidad de estudiar el entorno social y otras realidades de las víctimas para poder tomar medidas preventivas.

El grupo que llevará a cabo el estudio incluye abogados y expertos en endeudamiento, exceso de trabajo y acoso escolar, algunas de las principales causas de suicidio de Japón, según las estadísticas oficiales. Además, el estudio prevé ahondar también en las condiciones materiales y psicológicas de las familias de las víctimas, para poder prestarles asistencia.

Fuente: El Mundo.

lunes, 11 de junio de 2007

Nueva teoría sobre el suicidio

Todos los años, cerca de un millón de personas en el mundo se suicidan. Ahora, una nueva hipótesis sobre los mecanismos psicológicos que subyacen en el acto de quitarse la vida, podría ayudar a evitar muertes de esta clase, al permitir identificar a las personas con mayor riesgo.

El profesor de Psicología Thomas Joiner, de la Universidad Estatal de Florida, ha dedicado gran parte de su carrera a intentar averiguar el porqué de los suicidios. Muchas personas están desesperadas y deprimidas de manera severa. Sin embargo, unas se suicidan y otras no. ¿Qué hace a algunas personas escoger el acabar con sus propias vidas? La respuesta, cree él, podría evitarles la muerte.

"Existe la idea de que el suicidio es un modo de morir diferente de los otros, pero hay razones claras de por qué las personas mueren por el suicidio", explica Joiner, un experto internacionalmente reconocido en este tema. "Al igual que con las enfermedades cardíacas, si entendemos la causa, podemos adoptar medidas de prevención".

La innovadora teoría de Joiner sostiene que quienes se suicidan, no sólo quieren morirse, sino que han aprendido a superar el instinto de autoconservación.

El deseo de la muerte, según Joiner, está compuesto de dos estados psicológicos: una percepción de ser una carga para los demás y un sentimiento de no pertenecer a nada. Por sí mismos, ninguno de estos dos estados es suficiente para despertar el deseo de la propia muerte, pero juntos producen un deseo que puede ser mortal cuando se combinan con la habilidad adquirida de producirse una autoagresión.

¿Cómo se supera el instinto natural de la autoconservación? En una palabra: con la práctica. En la teoría de Joiner, las víctimas de suicidio se "entrenan" para el acto acostumbrándose al peligro, al miedo y al dolor. Pueden hacer esto de muchas formas a lo largo de su vida.

Para algunos, esta práctica es deliberada, se empeñan en una conducta temeraria, se autolesionan o cometen repetidas tentativas de suicidio. Otros pueden tener un historial de accidentes o de intervenciones médicas, mientras que otros reciben daños indirectamente. Quizás, como les pasa a los médicos (que tienen un elevado riesgo de suicidio), los suicidas potenciales están expuestos por su trabajo a convivir a diario con el dolor y el sufrimiento. Con el tiempo, la autoagresión y las situaciones peligrosas se vuelven poco amenazadoras y hasta rutinarias, según Joiner, haciendo el suicidio más fácil de llevar a cabo.

"Algunas personas creen que quienes cometen suicidio son débiles", explica Joiner. "En realidad su acto es cuestión de audacia. Una persona normal no puede hacerlo a no ser que venza su miedo a la muerte, y esa es la conducta que los suicidas aprenden".

La teoría de Joiner explica por qué grupos aparentemente diferentes de personas, como los anoréxicos, los atletas, las prostitutas y los médicos, tienen tasas de suicidio por encima del promedio global de la población. Los estilos de vida de todas estas personas las exponen al dolor, ya sea el suyo propio o el ajeno, y en cierto sentido las endurece contra el sufrimiento, según Joiner.

La hipótesis también explica por qué un número relativamente grande de personas quieren suicidarse, pero sólo una pequeña fracción lo hace. Y también a la inversa, bastantes personas poseen valor suficiente para matarse pero la mayoría no lo hace. Hay relativamente pocas personas en la zona de convergencia peligrosa de deseo de morir y capacidad para el suicidio, según Joiner, y éstas son las personas con el mayor riesgo de presentar una conducta suicida seria.

Fuente: Noticias21.

lunes, 21 de mayo de 2007

Reveladas las causas psicológicas de las tendencias terroristas suicidas

Científicos de la universidad británica de Southampton han realizado un estudio para investigar la causa última de los actos de terrorismo suicida. Más de un centenar de voluntarios (estudiantes británicos laicos) participaron en esta investigación. Los voluntarios, al ser enfrentados a la idea de una muerte propia inminente, demostraron su interés por morir por su país, lo que refleja, según los investigadores, que a última hora buscamos siempre una forma de trascendencia más allá de la muerte física. El estudio está basado en las premisas de la Teoría de la Gestión del Terror y pretende conocer a fondo los mecanismos subyacentes de la psicología humana que pueden producir ataques terroristas suicidas. Por Olga Castro-Perea.

La universidad británica de Southampton investiga actualmente las motivaciones que pueden llevar a gente normal a llevar a cabo acciones de violencia extrema, con el fin de encontrar alguna vía para evitar los ataques terroristas suicidas, informa Scenta.

Aplicando la llamada Teoría de Gestión del Terror, que proporciona importantes claves a investigadores y agencias gubernamentales sobre comportamientos radicales de violencia, como los de los terroristas suicidas, el director del presente estudio, el psicólogo Clay Routledge, de dicha universidad, ha examinado las reacciones emocionales de sujetos a los que se enfrentó de forma artificial al terror frente la idea de la muerte propia inminente. Los resultados aparecerán publicados próximamente en el European Journal of Social Psychology.

La Teoría de la Gestión del Terror es un área de investigación en desarrollo dentro del campo de la psicología, que analiza las reacciones emocionales implícitas de individuos que deben afrontar el terror psicológico de saber que van a morir. Desarrollada inicialmente por Sheldon Solomon y otros psicólogos a finales de la década de los ochenta, esta teoría propone que la inminencia de la muerte a menudo provoca la creencia de que existe alguna forma de trascendencia mística.

Ausencia de sentido

La muerte propia es una fuente continua de angustia existencial, que la cultura disminuye proporcionando sentido, organización y continuidad a la vida de las personas. Sin embargo, cuando la cosmovisión que contiene ese miedo se ve amenazada, el resultado es que los individuos también se sienten en peligro. En este tipo de situaciones, la persona suele rechazar o infravalorar la importancia de otras cosmovisiones e incluso pretende negar las ideas y opiniones de los demás, con la consecuente aparición de conflictos.

Por otro lado, diversas investigaciones han demostrado que los individuos, frente a una muerte propia inminente, se aferran con más fuerza a su cosmovisión cultural, siendo, según los estudios, más proclives a seguir a líderes fuertes que defiendan puntos de vista más tradicionales y autoritarios.

Partiendo de esta Teoría de la Gestión del Terror, la reciente investigación ha sido la primera en revelar que la percepción elevada de peligro aumenta la voluntad del auto-sacrificio, en un esfuerzo por buscar la inmortalidad simbólica.

Cuando los individuos se enfrentan a la muerte tienden a comprometerse con alguna forma de sentido, o cosmovisión, que les permita seguir viviendo de alguna forma, aseguran los investigadores.

Necesidad grupal

A esta conclusión se ha llegado a partir de un estudio realizado con 105 estudiantes británicos que carecían de una identidad cultural religiosa concreta y que, al pedírseles que pensaran en su propia mortalidad, demostraron un aumento de su voluntad de auto-sacrificarse por Inglaterra. Por otro lado, cuando se les proporcionaban vías alternativas de vivenciar sus propias muertes de manera trascendente, su sensibilidad hacia el peligro de muerte se reducía.

La investigación analizó las actitudes de los participantes cuando se les alentaba a pensar en su propia muerte u otras experiencias desagradables que no inducían a la muerte (por ejemplo, el dolor de muelas).

A los participantes se les pidió además que se imaginaran como miembros de un grupo transitorio, que dejaría de existir cuando ellos murieran, o de un grupo inmortal, que continuaría existiendo después que ellos. Cuando no había una salida alternativa de inmortalidad simbólica (primer grupo), la seguridad personal era percibida como menos importante que la continuación del estilo de vida británico (segundo grupo).

Esto sugiere que el temor aumentado por la muerte conllevaría a un incremento de la tendencia a hacer auto-sacrificios por el bien de una nación o grupo social “amenazado”, deducen los científicos.

Las cosmovisiones culturales o religiosas permiten que la gente se sienta parte de un todo mayor, más significativo y, por ultimo, más perdurable que ellos mismos. En este sentido, el terrorismo suicida, por ejemplo, ofrecería no solo una identidad, sino también un lugar en la historia de la comunidad. En este caso, la vida sería intercambiada por la identidad.

Cuestión humana

Este comportamiento de auto-sacrificio está presente en muchas culturas. Se sobrevive como “identidad”, aunque no se puede sobrevivir físicamente, aseguran los científicos. Mucha gente normal, en condiciones concretas, puede acabar siendo violenta. Las relaciones personales con nuestros iguales proporcionan un refugio emocional y, al mismo tiempo, son un foco de energías turbulentas.

El riesgo estaría en encontrarse integrado en un grupo social en el que se sienta que se deben buscar fórmulas violentas de alcanzar la inmortalidad. Los científicos señalan que se puede alcanzar esta inmortalidad simbólica decidiendo morir por un país. Pero también se puede vivir de manera simbólica, es decir, de forma pro-social, en lugar de violenta.

Los métodos pro-sociales de expansión de la identidad más allá de la muerte incluyen la crianza de niños, el hecho de emprender negocios o la preservación de prácticas culturales o religiosas pacíficas.

De esta forma, se evitaría encontrar la trascendencia de la vida en la muerte, y podría cultivarse en la propia vida, como otra forma más de permanencia simbólica.

Fuente: Tendencias21.