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lunes, 23 de marzo de 2009

El colapso alimentario del planeta

Fuente: El Mundo.

"Vivimos en un planeta en el que conviven 1.000 millones de hambrientos, otros 1.000 millones de obesos y 4.500 millones que si engordan, pueden convertirse en un grave problema". Luis de Sebastián es catedrático de Economía en la Universidad Ramón Llull de ESADE, pero su visión sobre la sostenibilidad alimentaria de la Tierra va más allá de los números.

Tanto su análisis, recogido en su libro 'Un planeta de gordos y hambrientos' (Ariel), como el del periodista de investigación norteamericano Paul Roberts ('El hambre que viene', de Ediciones B), llegan a la misma conclusión: el sistema de industrialización de la agricultura actual está llevando al planeta al borde del colapso alimentario y, si no cambiamos los procesos de producción y el régimen cárnico de nuestra especie, el futuro se presenta muy negro para la humanidad.

Roberts lo resume en pocas palabras: "El sistema produce suficiente alimento en el primer mundo, pero no en los países pobres. África, por ejemplo, ya se sufre el colapso y con el cambio climático, la situación irá a peor".

"El problema", continúa, "es que, además, la agricultura intensiva está degradando el suelo en todo el mundo. El suelo tiene hasta 20 micronutrientes, y entre un 3% y un 6% de materia orgánica, pero se está perdiendo por los fertilizantes químicos, por no dejar descansar la tierra para sacar más producción y por la falta de rotación de los cultivos. No basta con confiar en que la tecnología resolverá el problema con nuevas semillas transgénicas si no hay agua ni suelo disponible".

Salidas científicas

Para Roberts, ya no se puede confiar en nuevas salidas científicas: "Los transgénicos están diseñados para los países ricos, para grandes fincas, y son muy caros. Con la 'Revolución Verde' ya se vio que aumentó la producción en India o China y no se acabó con el hambre. Además, están los problemas medioambientales de contaminación", añade.

De Sebastián, por su parte, denuncia un mundo en el que "quien posea las semillas del futuro tendrá en su poder las plantas y todos los frutos, y el proceso de su elaboración como alimento" y recuerda que hace 60 años había en Estados Unidos más de seis millones de granjeros y ahora quedan dos millones.

"La concentración de la alimentación mundial en 200 empresas convierte la comida en un negocio. Nos hacen más gordos, porque hay mucha comida barata y con nuevos aditivos, como la fructosa de maíz o las grasas 'trans' y crean nuevos productos, los 'snacks' o tentempiés", añade.

Se trata de un mundo en el que "las máquinas no se diseñan para recoger las cosechas, sino que las plantas son diseñadas para ser recogidas por las máquinas". Un planeta en el que se crían pollos en 40 días (en lugar de 10 semanas), y se fabrican con de pechugas de medio kilo, aunque luego se las atiborren de antibióticos para que no cojan infecciones, como ha constatado Roberts.

Un sistema, en definitiva, que según acusan ambos investigadores, debido al ansia de conseguir más por menos, ha expulsado a los pequeños agricultores, la mayoría del mundo pobre, que han pasado de producir a pasar hambre.

Magui Balbuena, una indígena guaraní paraguaya, es una de las víctimas de este colapso. Balbuena, de CONAMURI (una coordinadora de mujeres que lucha por su soberanía alimentaria), hace tiempo que ve cómo las tierras de su país pasan a manos de los sojeros brasileños (cultivadores de soja transgénica resistente a un herbicida), que les contaminan las aguas y las vidas. La adicción a los agroquímicos es imparable, pues su uso genera resistencias en las malas hierbas que exigen más producto.

"Silvino Talavera era un niño de 11 años que murió envenenado, tras fumigarle un sojero desde una avioneta. Además, el agrotóxico va a los ríos y arroyos y la gente está dejando sus tierras. Ahora tenemos más cultivos en Paraguay, pero hemos perdido la soberanía alimentaria y nuestra comida cada vez es menos variada", denuncia Balbuena durante una visita a Madrid.

Cambio climático

Otro testimonio es el de Catering N. Kimura, parlamentaria keniata: "En mi país hay tierras ricas, pero en pocas manos, y la gente muere de hambre. La tecnología agraria no ha llegado a los pequeños granjeros, que miran al cielo a ver si llueve, y ahora nadie puede asegurar si lo hará o no".

Al problema de la agricultura industrial, su contaminación por agrotóxicos, la destrucción del suelo, el calentamiento global o la falta de mejoras agrarias y de comercialización en los países en desarrollo, se suma la dedicación de suelo al cultivo de cereales para biocombustibles y, cómo no, el aumento de la demanda de carne, sobre todo en Asia.

"Producir un kilo de carne cuesta 20 kilos de grano. Si su consumo sigue en aumento no podremos mantener a los animales, hay que cambiar esa dieta", asegura Roberts.

El profesor Luis de Sebastián llega a la misma conclusión. "Estamos devorando el planeta", afirma, "y hay una dejación pública en educación alimentaria".

Recuerda, además, que este sistema industrial de producir comida ya ha provocado intoxicaciones y enfermedades que no se conocían. Ahí está el caso de la Salmonella, las 'vacas locas' o la amenaza de la gripe aviar. Sin olvidar la diabetes de tipo B o los problemas cardiovasculares causados por la obesidad.

¿Soluciones? "Confiar en futuras tecnologías no sirve porque hasta los cultivos resistentes a la sequía, patentados, y muy caros, necesitan algo de agua y cada vez hay menos. Tampoco la agricultura ecológica bastaría, porque su nivel de producción es bajo. La solución está en volver a una agricultura sostenible e integrada, que precise menos plaguicidas y sea más racional", argumenta Paul Roberts.

De Sebastián apuesta también por semillas mejoradas, pero desarrolladas por organismos públicos, sin patentes. Y ambos abogan por un sistema que potencie la producción local, para contar con una alimentación más sana y, a la vez, fomentar el desarrollo de los agricultores de países en desarrollo, que hoy están fuera del mercado. Y sobre todo, exigir y demandar una mejor dieta. "No se trata de comer mucho, sino sano" es su conclusión general.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Descubiertas unas bacterias devoradoras de gases

Fuente: CORDIS.

Un equipo de investigadores alemanes y norteamericanos ha descubierto la existencia de unas bacterias de los fondos marinos que se alimentan de gas.

La profundidad de los fondos oceánicos es un lugar inhóspito; de hecho, a unos pocos milímetros por debajo de la superficie existe una carencia casi absoluta de oxígeno. Las fuentes de alimentación son casi inexistentes, ya que el consumo de proteínas nutritivas y carbohidratos contenidos en el plancton se produce en zonas superiores de la columna de agua. Los que acaban depositándose en el fondo oceánico son los componentes más difíciles de digerir.

Así y todo, los sedimentos de los suelos marinos albergan vida, la de bacterias y otros microorganismos. Unos científicos acaban de descubrir un grupo de bacterias que se alimentan con los hidrocarburos de cadena corta etano, propano y butano.

Es la primera vez que se hallan bacterias anaerobias devoradoras de gases, después de descubrirse bacterias aerobias (que necesitan oxígeno para subsistir) con una dieta parecida. Los investigadores aislaron las bacterias presentes en lodos sin oxígeno extraídos de columnas de gas en el Golfo de México y embotellaron las muestras con los gases de hidrocarburos bajo estudio y sin oxígeno.

Encontraron que las bacterias utilizaban el sulfato presente en el agua del mar para transformar el etano, el propano y el butano en dióxido de carbono. El sulfato se convierte, durante el proceso, en sulfuro de hidrógeno. Estos organismos presentan un crecimiento extremadamente lento; tardan tres días en dividirse, frente a los treinta minutos que tardan las bacterias utilizadas en la elaboración de yogures.

Este hallazgo da respuesta a varias incógnitas como la de la desaparición del etano, propano y butano, así como del metano de los volcanes de lodo.

Las bacterias podrían utilizarse en bioquímica industrial; y es que deben de contar con una enzima digestiva especial capaz de dividir sustancias químicamente estables como el etano sin aportación calorífica ni oxígeno. La fabricación artificial de esta enzima resultaría sumamente interesante para los procesos químicos sintéticos, calculan los investigadores.

El estudio aparece publicado en la edición en línea de la revista «Nature».

lunes, 10 de septiembre de 2007

Alimentación, deporte y sistema inmunitario

Fuente: consumer.es.

El exceso de ejercicio puede provocar daños en el sistema inmunitario y facilitar las infecciones, así como dificultar la recuperación.

La exposición diaria a factores que pueden debilitar el sistema de defensas contra infecciones es muy elevada. Una alimentación desequilibrada, el humo del tabaco, la contaminación ambiental, el estrés y el sedentarismo o, por el contrario, el exceso de ejercicio, provocan que el organismo y su sistema inmunitario se debiliten, lo que provoca la adquisición fácil de cualquier infección (catarros, gripes o cistitis, entre otras) y que ésta dure mucho más tiempo.

La alimentación, fundamental

El sistema inmunitario se encarga de detener o eliminar organismos infecciosos o cuerpos extraños que se introducen en el cuerpo humano. Cuando éste es invadido por dichos gérmenes o sustancias desconocidas, dicho sistema reacciona y comienza a fabricar sustancias químicas encargadas de destruirlos.

La alimentación es un factor muy importante en relación con el sistema inmunitario. De hecho, existe una relación directa entre ambos, ya que si ésta es inadecuada o insuficiente se produce una caída de las defensas. Por el contrario, si es equilibrada y completa ayuda a mantenerlo en forma e incluso a fortalecerlo.

Ejercicio sí, pero de forma moderada

El exceso de ejercicio puede provocar daños en el sistema, debilitando las defensas. Estudios realizados con deportistas de élite han manifestado que estos contaban con niveles bajos de anticuerpos, por lo que tenían un mayor riesgo de contraer infecciones víricas. Todo lo contrario ocurre con la práctica de un ejercicio moderado, ya que en este caso se fortalece el sistema inmunitario.

Asimismo, se ha comprobado que aquellos que trabajan los músculos sin prudencia ni mesura tienen niveles de zinc más bajos, lo que provoca fatiga e, incluso, depresión. En el caso de los niños, estas alteraciones pueden tener consecuencias aún peores. El deporte es imprescindible para su desarrollo integral, pero los excesos en los entrenamientos, como cuando se les prepara para ser deportistas de élite, pueden perjudicarles. Debe ser la actividad física la que se adapte a la persona y no al contrario. Por tanto, el ejercicio debe hacerse con moderación y regularidad.

martes, 4 de septiembre de 2007

Los monos prefieren los alimentos ecológicos

Fuente: cestaverde.com.

Los animales del zoo de Coopenague se enfadan mucho por el tipo de plátanos y otras frutas que les ponen en su jaula, rechazando la que no es ecológica, según sus cuidadores. "Por una u otra razón, los tapires y los chimpancés eligen los platanos ecológicos antes que los convencionales", dijo Niels Melchiorsen a la revista Oekologisk Jordbrug (Agricultura Ecológica).

"Su elección no es aleatoria. Los chimpancés son capaces de distinguir perfectamente entre fruta ecológica y convencional", dice Melchiorsen. "Si les damos plátanos ecológicos y no ecológicos, sistemáticamente escogen los ecológicos, los cuales se comen con la piel, pero ellos pelan y tiran la piel de los plátanos tradicionales", añade.

Ninguna de estas afirmaciones sorprenden a Shane Heaton, nutricionista y experta internacional en Comida Ecológica. Autora del mayor reportaje sobre alimentos ecológicos "Organic farming, Food Quality and Human Health", Heaton sugiere que los animales pueden elegir lo ecológico porque tienen la capacidad de detectar que tienen menos productos químicos, mejor sabor y más nutrientes.

Heaton señala numerosos estudios científicos alimentando conejos, ratas y pollos desde 1984 que siempre han mostrado los mismos resultados. "Pero lo más importante es que más y más gente está cambiando hacia la comida ecológica", dice Heaton. El mercado de alimentos ecológicos crece a un ritmo de entre un 20 y un 30 por ciento en general, porque los consumidores actuales quieres saber qué lleva lo que comen.

La investigadora alemana Katrin Woese también hizo un estudio en 1997 que concluía que "los animales eran capaces de distinguir alimentos provenientes de distintos tipos de agricultura y casi todos preferían exclusivamente productos ecológicos"

Heaton concluye "Los alimentos ecológicos son un seguro en el mundo tan contaminado en el que vivimos hoy día. La comida ecológica no es un lujo. La comida ecológica es como tiene que ser la comida, es como ha sido siempre y como se supone debe ser. Hasta un mono lo sabe".

miércoles, 18 de julio de 2007

La tristeza puede fomentar una mala alimentación debido al deseo de tener un breve estado de euforia

Cuando uno está triste tiene tendencia a descuidar lo que come. Algo tan conocido, sin embargo, apenas ha sido tomado en consideración por los expertos salvo en guías orientativas, algunas de ellas asociadas a estudios de conducta. Ahora, un estudio de la Universidad de Cornell (Nueva York) insiste en la correlación negativa entre estado de ánimo y alimentos. La investigación reitera que el estado de ánimo y el consumo de alimentos poco saludables son parientes cercanos.

Cuando uno está triste tiene tendencia a descuidar lo que come. Algo tan conocido, sin embargo, apenas ha sido tomado en consideración por los expertos salvo en guías orientativas, algunas de ellas asociadas a estudios de conducta. Ahora, un estudio de la Universidad de Cornell (Nueva York) insiste en la correlación negativa entre estado de ánimo y alimentos. La investigación reitera que el estado de ánimo y el consumo de alimentos poco saludables son parientes cercanos.

En la última fase del estudio se intentó relacionar el estado de ánimo y la comida con la lectura de información nutricional. Se puso a prueba a otros voluntarios. De nuevo les ofrecieron palomitas, esta vez para recompensarles después de llevar a cabo diferentes tareas, entre las cuales estaba la descripción de aspectos que les hacen sentir felices (o tristes) o la escritura de breves historias sobre tristeza o alegría. A una parte de los voluntarios se les añadía información nutricional sobre las palomitas y a otros no.

En los resultados, los únicos que oscilaron entre el comer mucho y el no comer absolutamente nada fueron las personas que habían manifestado un bajo estado de ánimo durante la actividad. Por el contrario, los voluntarios con un estado de ánimo positivo no variaron la forma de comer. En este caso, el hecho de recibir o no información nutricional sobre las palomitas no afectó el resultado.

Wansik sostiene que un bajo estado de ánimo influye en la alimentación tanto por exceso como por falta y que, en términos generales, a las personas que no lo manifiestan no les afecta tanto leer aspectos negativos sobre ciertos alimentos.

Una alimentación desequilibrada puede producir carencias específicas de vitaminas o minerales que se manifiestan mediante síntomas o sensaciones como apatía, desgana, irritabilidad, nerviosismo, cansancio, falta de atención, fallos de memoria, de concentración e incluso depresión.

Si bien el estudio de la Universidad de Cornell reafirma que el estado de ánimo puede afectar a la alimentación, también es cierta la lectura inversa, que la alimentación puede influir en el estado de ánimo. ¿Quién llega primero? Tanto si la tristeza es causa como consecuencia, cuando se adquieren malos hábitos de alimentación se puede crear una situación de dependencia de difícil salida.

Estar desanimado, no comer bien, sentirse físicamente mal, desanimarse aún más. Es un bucle en el que, a pesar de todo, de lo que se trata es de aprender a comer de forma saludable. Los expertos recomiendan no dejarse llevar por la sensación de decaimiento y tristeza. Llevar una vida activa y encontrar nuevos puntos de motivación personal podrían ser una salida para enfrentar situaciones negativas.

Fuente: Consumer.es.

viernes, 29 de junio de 2007

El calcio se asimila mejor en alimentos que en suplementos

La mayoría de las mujeres son conscientes de que el calcio es vital para la prevención de la osteoporosis, que afecta a millones en todo el mundo. Sin embargo, persisten las dudas sobre cuál es la mejor forma de administrarlo: suplementos o alimentos ricos en el mineral.

Un estudio preliminar realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington podría aclarar el tema de una vez, al sugerir que el consumo de alimentos ricos en calcio podría tener mayores beneficios para la salud de los huesos.

Aunque el estudio no es definitivo, se ha señalado que las mujeres que reciben la mayor parte del calcio de sus alimentos tienen huesos más sanos y una mayor densidad ósea que las que lo reciben principalmente de los suplementos.

Eso ocurre incluso cuando se consume altos niveles del mineral en píldoras.

El calcio originario de la comida generalmente se absorbe mejor que el de los suplementos, lo cual podría explicar la diferencia, dijo la principal autora del estudio, la doctora Reina Armamento Villareal.

Las que consumen calcio naturalmente también presentan en sus organismo una mayor cantidad de estrógeno, la hormona necesaria para mantener la densidad de los huesos. Los investigadores no han podido establecer aún las razones para esta relación.

La investigación es meramente preliminar y ofrecer "una base para hacer algo más, poner a prueba una hipótesis", dijo Armamento Villareal, especialista en huesos y profesora asistente en la Facultad de Medicina para la división a cargo de estudios óseos y enfermedades minerales. La investigación fue publicada en el número de mayo de la revista American Journal of Clinical Nutrition.

Los investigadores le pidieron a unas 183 mujeres postmenopaúsicas que documentaran su dieta y su consumo de suplementos de calcio durante un plazo de siete días. Luego revisaron sus niveles de densidad ósea y los de estrógeno en su orina.


Fuente: Los Tiempos.

sábado, 19 de mayo de 2007

Comedores de tierra: ¿práctica nutricional o mera costumbre?

Comer tierra es para algunos la mejor manera de complementar una dieta escasa en minerales; para otros, esta práctica, muy arraigada en pueblos asiáticos, africanos y americanos, no sólo no es beneficiosa, sino que implica problemas para la salud, como la anemia.

En la consulta de un médico de un país occidental, geofagia es un trastorno de la alimentación, englobado dentro de la pica, por el que se consume tierra; siguiendo esta perspectiva médica, la geofagia es también una conducta que puede aparecer en un tercio de los niños pequeños y que normalmente desaparecerá con los años.

Pero geófagos (niños y adultos) ha habido y hay en todas partes del mundo: los primeros datos son del 1.800 a.C. en Sumeria, Egipto y China, y hace 2.000 años, en los mercados griegos se vendía terra sigillata, una arcilla a la que se atribuían propiedades medicinales. Para ciertos científicos las motivaciones que han impulsado e impulsan a consumir tierra no son sólo de tipo patológico: algunos arguyen que la tierra constituye el suplemento nutricional de personas cuya dieta es deficitaria en minerales; otros consideran que la acidez estomacal elimina cualquier beneficio del barro.

Entre los que defienden la hipótesis nutricional (la tierra como fuente de vitaminas y minerales), se encuentra Susanne Aufreiter, de la Universidad de Toronto, en Canadá, según expone un artículo que publica el último número de Nature. El equipo de Aufreiter decidió analizar el barro que consumían los geófagos del siglo XX en varias partes del mundo: en China lo hacen durante las hambrunas; en Carolina del Norte, como práctica saludable, y en Zimbabue, para tratar la diarrea.

Aufreiter descubrió que el barro consumido contenía niveles de minerales esenciales que podrían constituir un suplemento alimentario para una dieta deficiente. Además, sospechó que la tierra ingerida podría tener otro efecto beneficioso: los restos vegetales mezclados con ella aportaban fibra.

Pero estos análisis de la tierra no tenían en cuenta el efecto de la sustancia sobre los delicados estómagos humanos. En la Universidad de Kingston, en Surrey (Reino Unido), el equipo de Peter Hooda ha creado una sustancia líquida a partir del barro y la ha mezclado con nutrientes y con ácidos gástricos en un laboratorio, manteniendo la temperatura corporal para emular las condiciones que se dan en el estómago. Los investigadores hallaron que los nutrientes quedan anegados por el líquido de barro y como resultado apenas hay cantidades significativas de hierro, zinc y cobre; además, cuanto mayor es la acidez estomacal, más diluidos y menos aprovechables se encuentran los metales.

El experimento contradice la hipótesis nutricional.
Otra detractora es la nutricionista Sera Young, de la Universidad de Cornell, en Ithaca (Nueva York), para quien la geofagia empeora las situaciones de malnutrición. Young ha intentado determinar qué es primero si la deficiencia nutricional o la ingestión de tierra. Para ello, ha viajado a la isla africana de Pemba, cercana a Zanzíbar (Tanzania), donde ha estudiado a las mujeres embarazadas consumidoras de la sustancia. En un estudio aún no publicado sobre más de 2.500 mujeres de Pemba se comprobó que aquéllas que comían barro tenían niveles significativamente más bajos de hemoglobina; aunque esto no aclara si es la geofagia la que lleva a la anemia o viceversa, Young va a analizar el barro para cribar la presencia de alguna sustancia perjudicial para las mujeres. Mbiko Nchito, de la Universidad de Zambia, también estudia efectos perjudiciales del barro y ha visto que al suplementar con hierro la dieta de niños geófagos, no dejaban de comer tierra.

Estos niños presentaban además más infecciones por parásitos causantes de anemia, aunque este hallazgo no explicaría lo que ocurre con el resto de niños geófagos que no están infectados, pero sí tienen anemia.

Pero estos estudios no contestan a la pregunta que está de fondo: ¿cuál es la ventaja evolutiva de la geofagia? Algunos trabajos apuntan que las náuseas del embarazo -y el instinto de protección del feto por el que se buscan nutrientes- pueden ser una respuesta, y también explicaría por qué las embarazadas y los niños tienden más a esta práctica.

Fuente: DMedicina.