Nuestro planeta cambia ante nuestros ojos y como resultado, muchas especies viven al límite de su capacidad. De hecho, a propia Tierra ha estado al límite de su habitabilidad desde el principio. Un nuevo trabajo realizado por astrónomos del Centro Harvard-Smithsonian para la Astrofísica muestra que si la Tierra hubiera sido ligeramente más pequeña y menos masiva, podría haber carecido de tectónica de placas – las fuerzas que muven los continentes y crean las montañas. Y sin tectónica de placas, la vida podría no habría sido capaz de afianzarse en nuestro mundo.
“Las placas tectónicas son esenciales para la vida, tal y como la conocemos”, comenta Diana Valencia de la Universidad de Harvard. “Nuestros cálculos muestran que en términos de habitabilidad para planetas rocosos, cuanto más grande mejor”.
La tectónica de placas implica el movimiento de pedazos enormes, o placas, de superfície planetaria Las placas se alejan las unas de las otras, o se deslizan las unas bajo las otras, o incluso chocan entre si, dejando como resultado cordilleras montañosas como la del Himalaya. La tectónica de placas obtiene su energía del magma ardiente que yace bajo la superficie, y funciona de forma parecida a una cazuela con chocolate hirviendo. El chocolate de la parte de arriba se enfría y forma una especie de piel o corteza, al igual que el magma frío forma la corteza del planeta.
La tectónica de placas es crucial para la habitabilidad de un planeta, ya que permite una química compleja y recicla sustancias como el dióxido de carbono, que actúa como un termostato y permite el clima suave de la Tierra. El dióxido de carbono encerrado en las rocas se libera cuando esas mismas rocas se funden, y retorna entonces a la atmósfera desde los volcanes y las crestas oceánicas.
“El reciclado es importante también a escala planetaria”, ecplica Diana Valencia.
Valencia y sus colegas Richard O’Connel y Dimitar Sasselov (Universidad de Harvard) examinaron los extremos para determinar si la tectónica de placas habría sido más o menos similar, en varios mundos rocosos de tamaños diversos. En particular, estudiaron las así llamadas “Super Tierras”, planetas con un tamaño más de dos veces superior al de la Tierra y con una masa de hasta 10 veces la de nuestro planeta. (Si fueran más grandes que esto, el planeta podría recopilar gas durante su proceso de formación y terminar convertido en un mundo como Neptuno o incluso Júpiter).
El equipo descubrió que las Super Tierras serían geológicamente más activas que nuestro planeta, experimentando una tectónica de placas más vigorosa a causa del menor grosor de sus cortezas provocado por las presiones mayores. Descubrieron, que la propia Tierra era un caso de mundo “límite”, de hecho no sorprende que Venus, siendo ligeramente más pequeño que la Tierra, sea un mundo tectónicamente inactivo.
“Tal vez no sea una coincidencia que la Tierra sea el mayor planeta rocoso de nuestro sistema solar, y el único que cuenta con vida”, comentó Valencia.
Hasta la fecha, las búsquedas de exoplanetas han dado como resultado hasta 5 Super Tierras, aunque ninguno de ellos cuenta con temperaturas amigables para la vida. Si las Super Tierras son comunes, tal y como sugieren las obervaciones, entonces es inevitable que alguna de ellas vaya a disfrutar de órbitas similares a la de nuestro mundo, lo cual las convertiría en refugios excelentes para la vida.
“No solo es que haya más planetas potencialmente habitables, sino que habrá MUCHOS más”, enfatiza Sasselov, director de la Iniciativa Orígenes de la Vida de Harvard.
De hecho, una Super Tierra podría resultar ser un destino popular de vacaciones para nuestros futuros descendientes lejanos. El planeta podría mostrar “anillos de fuego” volcánicos diseminados por su superficie, mientras que el equivalente a nuestro Parque de Yellowstone bulliría de manantiales termales con cientos de geysers. Aún mejor, podría ser posible encontrar una atmósfera similar a la Tierra, a pesar de que la gravedad en superficie podría llegar a ser hasta tres veces la de la nuestro mundo en las Super Tierras más grandes.
“Si un humano fuera a visitar una Super Tierra, experimentaría un poco más de dolor de espalda, pero merecería la pena acudir a visitar un punto de gran interés turístico”, sugiere Sasselov entre risas.
Y añade que aunque una Super Tierra tuviera dos veces el tamaño de nuestro propio planeta, podría tener una geografía similar. La alta velocidad de su tectónica de placas haría que las montañas o las fosas oceánicas se formasen antes de que la superficie se reciclase, lo cual produciría montañas no más elevadas, y fosas no más profundas, que las que tenemos en la Tierra. Incluso el tiempo podría ser comparable al nuestro si la Super Tierra tuviese una órbita similar a la nuestra.
“El paisaje nos sería familiar. Una Super Tierra nos haría sentir en buena parte como en casa”, comenta Sasselov.
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