Fuente: Terra.
La cópula de los insectos, la alimentación de la prole o el parasitismo son algunos de los comportamientos que registra el ámbar cuando atrapa a los insectos, según el biólogo Antonio Arillo, que hoy ha inaugurado el ciclo de conferencias 'Insectos en ámbar' en el Museo Geominero de Madrid.
Arillo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, ha explicado a Efe que, en ocasiones, la rapidez con la que la resina atrapa a los machos y hembras de algunos insectos, como dípteros o escarabajos, los 'congela' en plena cópula.
También es frecuente observar ácaros parásitos fosilizados para siempre junto a su hospedador, -una polilla o una mosca, por ejemplo-, así como gusanos del intestino del insecto parasitado intentando escapar de la sustancia pegajosa.
En algunos fragmentos de ámbar se han encontrado abejas cargadas de polen, e incluso adultos de ciempiés que alimentan o lamen a su prole, quedando fosilizada para siempre toda la familia.
El biólogo ha explicado que los insectos más robustos y corpulentos, como los saltamontes o las cucarachas, generalmente logran escapar de la trampa de resina, aunque a veces 'olvidan' alguna pata.
Las próximas conferencias, organizadas por el Instituto Geológico y Minero de España, tratarán sobre la relación del ámbar y los bosques del pasado, se detallarán algunas investigaciones 'detectivescas' sobre otros artrópodos atrapados y se explicarán métodos para su conservación.
El ámbar es una resina fósil de origen vegetal, de composición química compleja, y es producida por diversas especies de árboles, sobre todo coníferas.
Desde la antigüedad, en la que se consideraba al ámbar como las 'lágrimas de los dioses', se utiliza para confeccionar objetos de adorno, como las cuentas de collares.
La pieza de ámbar manipulada por el hombre más antigua encontrada hasta ahora se localizó en Hannover (Alemania), y corresponde a un fragmento perforado de hace 30.000 años, utilizada seguramente como amuleto, un uso que se ha mantenido a lo largo de los siglos.
Los gladiadores romanos llevaban trozos de ámbar cosidos en sus ropas, y el que fuera astronauta español, Pedro Duque, también viajó al espacio portando un fragmento de ámbar dominicano.
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