miércoles, 11 de febrero de 2009

Humanos y chimpancés, parientes no tan cercanos

Fuente: El Mundo.

El hombre desciende del mono y la distancia genética que le separa de su pariente vivo más cercano, el chimpancé, se creía hasta hoy como muy estrecha, cerca de un 1%. Este precepto, aceptado hasta hoy, tiende un puente entre la Teoría de la Evolución y la Ciencia moderna, construida sobre los sólidos cimientos de la obra de Charles Darwin, cuyo bicentenario se conmemora esta semana. Sin embargo, una investigación publicada en la revista Nature señala que ambas especies comparten no un 99% de su ADN, como se creía hasta ahora, sino un 89%.

El naturalista británico acertó con las dos ideas fundamentales de su teoría. Los organismos se transforman a lo largo de la Historia de la Vida gracias a los caracteres que heredan de sus antecesores y estos rasgos son seleccionados o eliminados mediante Selección Natural. Pero durante la elaboración de los preceptos que le condujeron a la citada teoría, plasmada en la obra 'El origen de las especies' (de cuya publicación se cumplen 150 años en 2009), el naturalista británico tuvo dudas.

El modelo de evolución que propuso era gradual. Según esto las especies cambian poco a poco a lo largo de las generaciones gracias a pequeños cambios favorecidos por la Selección Natural, porque suponen una ventaja adaptativa para el medio en el que habitan.

Esta forma de evolución engloba a todos los seres vivos, incluido el ser humano. Sin embargo, al propio Darwin le asaltaron preguntas que la Ciencia ha tardado un siglo y medio en responder, e incluso algunas que aún no ha solucionado, lo que le aporta, si cabe, más mérito a la formulación de la teoría.

Las dudas de Darwin

«Si las especies han descendido de otras especies mediante gradaciones insensiblemente diminutas, ¿por qué no vemos en todas partes innumerables formas de transición? ¿Por qué no está toda la Naturaleza en confusión, en lugar de estar las especies como las vemos, bien definidas?», se preguntaba el sabio británico.

Multitud de científicos modernos han profundizado en la investigación del registro fósil y han hecho ciertas las sospechas de Darwin. Las especies fosilizadas permanecen estables desde el primer instante en el que aparecen en la escala temporal hasta su extinción. Entonces, ¿cómo avanzan las especies a lo largo de la Historia de la Vida?

Coincidiendo con el aniversario de Charles Darwin, un equipo de científicos del Departamento de Ciencias Genómicas de la Universidad de Washington, del Instituto Médico Howard Hughes y del Instituto de Biología Evolutiva del CSIC y de la Universidad Pompeu Fabra han dado con una de las posibles claves que explicaría, al menos para las especies de homínidos actuales (orangután, gorila, chimpancé y ser humano), este avance discontinuo, expuesto hace casi cuatro décadas por los eminentes paleontólogos Stephen Jay Gould y Niles Eldredge en su teoría del equilibrio puntuado.

«La clave está en las duplicaciones del genoma», dice Tomás Marques-Bonet, primer firmante de la investigación, «se trata de regiones enteras del ADN que se duplican en algún momento del ciclo celular y se insertan en otro lugar. Esto aporta dinamismo al genoma», aclara. Las modificaciones que generan estas regiones duplicadas al insertarse en otro lugar de la secuencia de ADN provocan grandes cambios en los organismos y, por lo tanto, la selección natural puede actuar sobre ellos de forma muy rápida.

«Aunque al ser humano le vino bien tener esas duplicaciones, no podemos asegurar que estas regiones sean responsables de los genes de la humanidad», asegura Marques-Bonet. «Lo que sí sabemos es que en estas secuencias de ADN están las claves de enfermedades como la esquizofrenia, el autismo o el retraso mental», aclara el investigador.

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