Fuente: elcorreodigital.
Perplejidad fue el sentimiento que embargó el miércoles a los habitantes de medio centenar de aldeas situadas de la región siberiana de Omsk, muy cerca de la frontera con Kazajstán. La nieve no era blanca, como de costumbre, sino amarilla. En algunos lugares adquirió una tonalidad anaranjada y, unos kilómetros más al norte, en la región de Tomsk, azulada.
La nieve tenía una consistencia viscosa poco habitual y un desagradable olor a huevos podridos. Alexéi Kisiliov, uno de los responsables de Greenpeace, considera evidente que el olor y el color de la nieve denotan la presencia de azufre. Kisiliov cree posible que una avería en alguna de las refinarías de la zona haya podido provocar a una emisión de gas contaminante.
Fábricas metalúrgicas
Los análisis de la nieve recogida en Siberia se han hecho al mismo tiempo en varios laboratorios y, según el Ministerio de Protección Civil, lo que se ha encontrado es una alta concentración de hierro que, pese a todo, no implica peligro para la salud. Las miradas se dirigen hacia las plantas metalúrgicas de la región, concretamente hacia una situada en la localidad kazaja de Ust-Kamenogorsk.
Donde el color de la nieve es anaranjado, según Liudmila Vorónina, jefa del Servicio Meteorológico de Siberia occidental, se han observado partículas de arena. Vorónina está convencida de que los fuertes vientos que han azotado la estepa son las responsables del extraño color de la nieve. La meteoróloga rusa, asegura que el viento ha arrastrado también grandes cantidades de sal procedente de Aral, un mar interior que se está desecando y no descarta que la variedad de colores de la nieve se deba a motivos diferentes que, sin embargo, «han coincidido al mismo tiempo por casualidad».
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