Lo ilustraba muy gráficamente el británico John B. S. Haldane, experto en biología evolutiva, cuando explicaba cuál era su forma de interpelar a quienes defendían las tesis creacionistas: "Si Dios es el autor de todas las criaturas, hay que reconocer que siente un extraordinario cariño por los escarabajos".
Efectivamente, Haldane tenía motivos para hacer esa afirmación si se tiene en cuenta que una de cada cuatro especies de la Tierra es un escarabajo. Puede parecer sorprendente, pero las estadísticas son así: los científicos han clasificado unas 400.000 especies pertenecientes al orden de los coleópteros, que suponen un 25% de las especies de todo tipo conocidas sobre la Tierra. En esa lista no están todas las que son, porque los biólogos creen que aún quedan cientos de miles o millones de especies por descubrir en el planeta. Sin embargo, si se sigue investigando, coinciden los expertos, no dejarán de aparecer, sobre todo, escarabajos. Están extendidos por todos los ecosistemas y tienen las más variadas fuentes de alimentación y de formas. Responden a muchos nombres comunes: mariquitas, luciérnagas, gorgojos, picudos... pero forman el mismo orden, el de los coleópteros o escarabajos.
Sin entrar a debatir si se debe a un capricho divino o no, un grupo internacional de científicos, con la participación de expertos españoles del CSIC, ha buscado las claves evolutivas y biológicas de tal abundancia y diversidad. Y aunque no han encontrado una razón única, sí han hallado una receta para adquirir el don de la ubicuidad y la diversidad: pertenecer a un linaje muy antiguo y no sufrir sobresaltos en la historia evolutiva, extinciones que poden de golpe una rama de la que podrían salir en el futuro muchas más.
Los investigadores han descubierto que los principales linajes de escarabajos que pueblan la Tierra ya existían al final del Jurásico, hace más de 140 millones de años, lo que explicaría en parte su enorme diversidad. Al final del Cretácico (hace 65 millones de años) una gran extinción terminó totalmente con grupos como los dinosaurios, y redujo notablemente la variedad de otros tipos de seres.
Los escarabajos superaron esa y otras crisis, lo que les permitió seguir diversificándose más. La explicación tradicional suele relacionar el éxito de los escarabajos con la aparición de las plantas con flor (hace unos 130 millones de años), que les proporcionaron gran variedad de ambientes y recursos para su diversificación. Sin embargo, hay muchos grupos de escarabajos que no están asociados a las plantas. Según los autores del trabajo: "No parece que haya linajes de escarabajos que hayan experimentando una diversificación masiva en época reciente y las tasas de especiación que se deducen de nuestros resultados no son mayores que las inferidas para otros grupos de organismos. La clave parece estar en la antigüedad y la persistencia de los grandes linajes de coleópteros".
El estudio, publicado en la revista Science, se ha realizado durante 10 años en el Museo de Historia Natural de Londres. Bajo la dirección de Alfred Vogler han trabajado expertos de media docena de países, entre ellos dos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Ignacio Ribera, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, y Jesús Gómez-Zurita, del Centro de Investigación y Desarrollo Pascual Vila, en Barcelona. Han reconstruido la historia evolutiva de los coleópteros recurriendo a restos fósiles y a la secuenciación de ADN.
Se han estudiado 1.900 especies, que son una representación de casi el 80% de las 200 familias distintas de coleópteros. Cada una de esas familias tiene miles de representantes ahora. La pérdida en el pasado remoto de una sola de ellas hubiera impedido la posterior diversificación de miles de especies provenientes de esa rama.
Tras el estudio, los biólogos como John Haldane y los creacionistas podrán seguir disputando sobre quién es más caprichoso, Dios, o la evolución. De lo que no hay duda es de que la biodiversidad es caprichosa.
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