Parece el sueño de cualquier científico: conseguir un combustible de características similares al petróleo, que no se agote, utilizable en los vehículos actuales y que, además, no sólo no produzca más CO2 sino que ayude a reducir las emisiones de este gas culpable del calentamiento global del planeta. Y, sin embargo, científicos de Alicante y de la empresa Bio Fuel Systems S. L. aseguran haber logrado producir este biopetróleo a partir de algas marinas.
Tan seguros se encuentran de la importancia de su descubrimiento, que ya están montando en San Vicente del Raspeig dos plantas demostrativas para comenzar a comercializar sus productos. En la primera de ellas ya han instalado unas torres con las que se producirá el biopetróleo y en la segunda se generará energía eléctrica.
Bernard Andre Joseph Stroiazzo Mougin ideó hace ya más de tres años las bases de este proceso cuando se encontrada en Sudáfrica, pero fue su encuentro con con el fitoplanctólogo Cristian Gomis, del Instituto de Biología Marina de El Campello, lo que le permitió desarrollar la investigación y comenzar las pruebas, gracias también a la participación de los departamentos de Biotecnología y de Ingeniería Química de la Universidad de Alicante e incluso a la colaboración de la de Valencia.
Según explica Cristian Gomis, el proceso se inicia en el mar con la recogida de fitoplancton en unas probetas. No son necesarias grandes cantidades ya que estos organismos unicelulares, de división asexuada y un tamaño medio inferior a veinte micras, tienen una alta tasa de reproducción, entre dos y tres veces al día. Por tanto, en las dependencias que se han montado en San Vicente del Raspeig se han instalado unos fotobiorreactores donde las microalgas se reproducen hasta obtener una alta concentración, superior a 140 millones de células por mililitro. Es entonces cuando se extrae la pasta de algas de alto poder energético y de características similares a las del petróleo.
Aunque, en lugar de tener el típico color negro, este producto es verde oscuro debido a que no tiene azufre. Ésta es otra de las ventajas del nuevo producto: que no genera emanaciones de dióxido de azufre como ocurre con el petróleo, según explica el equipo científico que trabaja en el proyecto. No obstante, de lo que parece más orgulloso el equipo investigador no es de la capacidad de generar este combustible, pese a su gran importancia.
Lo que más destacan es que el proceso de reproducción de las algas necesita grandes cantidades de CO2.
«Aquí estamos obteniendo un compuesto energético de alto rendimiento a partir de organismo vivos, capaz de paliar el efecto invernadero», asegura Cristian Gomis, quien agrega:
«es el primer sumidero o sitio por donde desaparece el CO2 de la atmósfera»
Bernard Stroiazzo recuerda que el gran pulmón de la tierra no es el Amazonas –pues de día produce oxígeno y toma Co2, pero de noche realiza el proceso contrario– sino que son los océanos. Y el biopetróleo se producirá aplicando al fitoplancton luz solar y dióxido de carbono, que se reducirá así de la atmósfera.
El director comercial de Bio Fuel Systems, Martín Martínez Rovira, explica que la empresa tiene previsto incluso contactar con compañías cementeras o productoras de azulejos, que son las que vierten mayores cantidades de CO2, para reutilizarlo en su empresa, en vez de verterlo a la atmósfera. Gomis indica que el resto del mundo está utilizando especies vegetales de porte herbáceo –girasol o soja– o arbóreo –palma, olivo, ricino y aguacate, entre otros– para producir biodiésel, pero asegura que «para obtener un litro de biocombustible tienen que gastar casi dos litros de aceite fósil en el proceso, que incluye desde labrar a abonar o segar». Por tanto, «consume más producto del que genera y, además, necesita muchísima superficie cultivable ya que las herbáceas sólo dan fruto una vez al año». En cambio, explica que Bio Fue Systems «selecciona organismos unicelulares» que tienen «como mínimo un 20% de grasa para cultivarlos en un medio cerrado hasta conseguir concentraciones superiores a 140 millones de células por milímetro».
Entre las algas que utilizan figura una grupo de las cocolitoforales, la discosphaera tubifera. Gomis afirma que «este organismo, junto con el resto de especies de su grupo, es el que más CO2 fija del planeta» y que «en otras eras aminoró el efecto invernadero en unos pocos miles de años». En una torre de un metro cuadrado de superficie se puede generar en un sólo día el producto energético equivalente al que generan mil metros cuadrados cultivados con girasoles en un año. Cada torre de tres metros cúbicos de agua puede fijar 150 kilogramos de CO2 por hora, explica el investigador, quien indica que «un coche produce unos 25 kilos de CO2 en cien kilómetros. Por tanto, una torre consumiría en un día el mismo dióxido de carbono que pueden producir 144 coches recorriendo cada uno de ellos cien kilómetros, según indican los investigadores.
Papel y plástico El proceso de cultivo de las algas a través de la fotosíntesis genera, además, celulosa que «permite la obtención de papeles y plásticos biodegradables sin necesidad de utilizar productos altamente contaminantes como la lejía, que acaban deteriorando los entornos», apunta el director científico del proyecto, quien agrega que también puede emplearse en la depuración de aguas residuales con alto contenido en hidrógeno y fósforo e incluso en la salmuera de las desalinizadoras. No hay que olvidar que la empresa también se plantea obtener energía eléctrica quemando las algas concentradas. De hecho, los responsables de Bio Fuel Systems aseguran que en una planta de cien hectáreas se podría generar electricidad para una ciudad de diez mil habitantes durante un año o producir doce millones de barriles por año.
La empresa espera comenzar a mostrar el funcionamiento de la biomasa en energía eléctrica dentro de un par de meses y poder empezar a producir el biopetróleo en medio año. En todo caso, la construcción de plantas y comercialización –que piensan llevar a cabo por todo el mundo– tardará un año y medio o dos pues aún están esperando autorizaciones y que las empresas suministradoras de maquinaria proporcionen los equipos, como el que está fabricando el grupo Vento de Valencia. De momento, la empresa, además de registrar unas quince patentes, ha captado ya una treintena de socios inversores, principalmente procedentes de la construcción, aunque también hay ingenieros y del sector de las mercancías peligrosas. Stroiazzo apunta que la mayor parte de los inversores proceden del sureste asiático.
Fuente: Ison21.
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