lunes, 24 de septiembre de 2007

La “chispa” del Neandertal

Fuente: El Cultural.

Un reciente artículo de la revista Journal of Human Evolution analiza la mente de los Neandertales, su comportamiento cognitivo y sus pequeñas, pero decisivas, diferencias con nuestra especie. Su autor, Manuel Martín-Loeches, director del área de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos, explica para El Cultural las características de estos humanos en la batalla por la supervivencia.

Dicen que el comportamiento no fosiliza. Dicen, también, que por eso nunca podremos saber a ciencia cierta cómo era la vida cotidiana de aquellas especies del género Homo que, en la carrera evolutiva, nos precedieron o convivieron con la nuestra. Entonces, del pensamiento, que no es otra cosa que comportamiento interno, comportamiento cognitivo, mejor ni hablamos. Pero esto no es así, afortunadamente. La ciencia no necesita ver ni tocar aquello de lo que puede hablar, y hablar con propiedad. La historia y el presente son pródigos en ejemplos. Pues bien, en el campo del comportamiento humano, incluido el comportamiento cognitivo, es mucho lo que ahora mismo se puede decir de especies antecesoras o hermanas de la nuestra, de especies que vivieron hace nada menos que centenares de miles de años.

Si hay una especie de nuestro género que haya despertado verdaderas pasiones (y nos podemos remitir a las novelas, documentales y libros que han aparecido en los últimos años), esa es la del Hombre de Neandertal, ese europeo que apareció en escena hace al menos 200.000 años y que desapareció para siempre hace unos 30.000, tras haber convivido en Europa con nosotros durante sus últimos 10.000 años. Numerosos y recientes avances científicos están permitiendo ir más allá de las meras evidencias y ofrecer una visión bastante completa del comportamiento de esta especie hermana a la nuestra. Una visión que incluye el comportamiento cognitivo, la mente del Neandertal.

Mutación genética
Una mente que era en todo muy similar a la nuestra. Pero les faltaba algo, una pequeña pieza en el engranaje mental cuya presencia en nuestra especie hizo de ésta la vencedora absoluta en la lucha por la supervivencia. Esa pequeña (pero tan valiosa) pieza la conseguimos por una pequeña mutación genética que debió ocurrir hace no mucho más de 150 mil años, incluso puede que mucho menos.

La consecuencia de esa pequeña mutación fue que, prácticamente de la noche a la mañana, y tras muchos miles de años con una mente muy similar a la de los neandertales, nosotros empezamos a ser capaces de retener y manejar más cantidad de información en nuestra mente que ellos. Esto nos permitió tener una mayor visión (en el sentido amplio de la palabra) del pasado, del presente y hasta del futuro y, por lo tanto, ir más allá de las meras apariencias. Es lo que en términos de la Psicología Cognitiva se conoce como memoria operativa (en inglés, working memory), una función que reside en la corteza cerebral, especialmente en las regiones frontales, temporales y parietales. Lo que aumentó en nosotros fue la capacidad de este tipo de memoria. Esa mutación bien podría haber ocurrido en el Neandertal, ya que su cerebro estaba tan preparado como el nuestro para haberla acogido, pues era tan grande o más que el nuestro. Pero no ocurrió.

Como resultado de esa mayor capacidad para retener y manejar información en nuestra mente, empezamos a poder establecer relaciones entre acontecimientos que antes habríamos sido incapaces de ver. Esto nos permitió razonar mejor, tomar mejores decisiones y, en definitiva, pensar mejor. Nos permitió ser más inteligentes. No en vano la memoria operativa y la inteligencia están tremendamente relacionadas.

Pues bien, para saber cómo era la mente del Neandertal no hay más que trabajar en sentido inverso. Es decir, tenemos que ver qué le ocurriría a nuestra mente si le quitáramos esa pequeña pero importante capacidad adicional. Al tener menor capacidad de memoria operativa que nosotros, los neandertales serían menos creativos. Para crear tenemos que anticipar, relacionando experiencias pasadas y presentes con posibles situaciones futuras. Que los neandertales tenían una mínima capacidad creativa está fuera de duda. Su tecnología era más avanzada que la de otras especies predecesoras dentro del linaje humano. Pero su creatividad debió ser muy limitada y poco frecuente, ya que mantuvieron durante un larguísimo período de tiempo una forma de elaborar herramientas que apenas evolucionó.

La poca capacidad de los neandertales para anticipar acontecimientos explicaría algunos de los rasgos más sobresalientes de su personalidad. Cuando cazaban se exponían sin contemplaciones a situaciones altamente peligrosas con tal de conseguir sus objetivos más inmediatos (la caza y el posterior banquete que saciaría su apetito). No pensaban en el peligro que corrían por no tener capacidad para ello, por no caberles en sus mentes. Fruto de ello, los neandertales eran valientes, intrépidos, desafiantes. Dicen que la ignorancia es atrevida.

Su lenguaje también era más limitado que el nuestro. Pero no porque pudieran emitir menos fonemas que nosotros, como se venía diciendo hasta ahora. Es más, se ha demostrado recientemente que esta limitación en realidad no existió. La razón la encontramos en que nuestro lenguaje requiere, de manera constante, una memoria operativa de gran capacidad. Es aquí donde radica una de las claves de nuestra sintaxis (las reglas de combinación de palabras), que la hacen única en el reino animal y diferente de la que pudieron tener los neandertales. En una oración medianamente compleja como “el niño, tras visitar a su tío que estaba enfermo y comprar el pan para la cena, llegó muy tarde a su casa” unimos sin problemas la forma verbal “llegó” con el sujeto “el niño”, a pesar no sólo de que éste último ha aparecido un tiempo antes, sino que además se ha interpuesto una gran cantidad de información entre uno y otro elemento. Hemos podido constatar cómo oraciones de este tipo activan más la corteza cerebral que oraciones más sencillas, reflejo de la mayor cantidad de memoria operativa utilizada. Un neandertal sería incapaz de saber quién llegó tarde a casa.

Sintaxis primitiva
Pero tenían sintaxis, aunque fuera un tanto simple. Se piensa que el principio de “el agente va primero”, que permite entender sin problemas que en la oración “Juan pegar Pedro” el que pega es Juan simplemente porque aparece en primer lugar, es un “fósil viviente” de un tipo de sintaxis que ya poseían no sólo los neandertales, sino incluso especies anteriores en el tiempo. Una sintaxis ruda y primitiva, quizás, pero de enorme utilidad para ser el cazador y no la presa.

Los cánticos de los neandertales también debieron ser muy simples. En la música hay elementos, como las notas o los acordes, que se combinan en base a unas reglas, dando lugar a secuencias con una estructura. Las secuencias musicales, a su vez, se combinan entre sí de una manera jerárquica, provocando distintas situaciones de tensión y relajación a lo largo de una melodía. En las obras maestras de los grandes compositores esta sintaxis de la música se está poniendo en juego continuamente, utilizando para ello gran parte de nuestra capacidad de memoria operativa. Es evidente que entre nuestros hermanos evolutivos no podría haber surgido un Mozart. Tampoco hubieran sabido apreciar su obra.

Creencias religiosas
Por último, los neandertales contaban con ese mecanismo lógico que busca agentes causales, es decir, quién o qué ha sido la causa de algo. Por tanto, contaban con lo imprescindible para tener creencias religiosas. Es más, parece que los neandertales celebraban ceremonias funerarias, lo que da idea de su creencia en un “más allá”. Pero sus creencias y actitudes religiosas eran pobres y sencillas. No eran capaces de elaborar complejas explicaciones teológicas como las nuestras. Tampoco tenían mitos con los que explicar el mundo y sus extrañas circunstancias. Esta religiosidad tan limitada explicaría, en último término, la ausencia de arte en esta especie. Con su memoria operativa no eran capaces de entender para qué podría servir una obra de arte.

Si quiere usted saber cuál es su capacidad de memoria operativa, pídale a un amigo que le diga cuatro números al azar. Intente repetirlos en orden inverso. Si lo consigue, pruebe con otros cinco números diferentes. Si lo consigue, pruebe con otros seis. La mayoría de los miembros de nuestra especie no es capaz de pasar de cinco. Los neandertales no pasarían de dos o tres.

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