martes, 18 de marzo de 2008

El hombre y el elefante luchan por la misma tierra en el noreste de la India

Fuente: El Mundo.

Cuando dos especies como el hombre y el elefante luchan por el mismo hábitat, el conflicto parece inevitable.

Es lo que ocurre en el noreste de la India, donde cada año mueren de media 50 personas y más de 100 elefantes en incidentes provocados por la difícil coexistencia de humanos y animales, unas cifras que hablan de una guerra en toda regla por ocupar el mismo hábitat.

Las manadas salvajes que habitan en las selvas del noreste del país corren el peligro de caer abatidas por cazadores furtivos que venderán su marfil en el mercado negro, y los elefantes que viven en zonas densamente pobladas pueden morir atropellados por trenes o camiones.

Los que, empujados por el hambre, se hayan acercado demasiado a las cosechas de arroz o banana pueden ser perseguidos hasta la muerte por enfurecidos grupos de agricultores.

Y por último, se da a veces el caso de ejemplares que, 'demasiado' acostumbrados a la presencia humana, terminan por adoptar sus peores costumbres y se convierten en ejemplares agresivos y pendencieros que incluso asaltan depósitos de alcohol para emborracharse.

Más de la mitad de los elefantes asiáticos viven en la India, donde cerca de 35.000 de estos proboscídeos subsisten en un hábitat cada vez más amenazado, fragmentado y reducido.

Cada vez menos ejemplares

Aunque no se puede hablar aún de amenaza para esta especie, sí es cierto que quedan lejos los días en que se podían encontrar elefantes en todo el sur de Asia, desde Irán hasta el sur de China. En Camboya, por ejemplo, que era conocida como "el reino del millón de elefantes", estos gigantes que ayudaron a levantar la mítica ciudad de Angkor Wat tienen hoy una presencia testimonial: sólo unos pocos cientos de animales, que además cada año se ven diezmados por culpa de la caza furtiva y las minas.

En Myanmar, la antigua Birmania, es prácticamente imposible encontrar una manada en estado salvaje y los más o menos 4.000 ejemplares que hay en el país son empleados en trabajos de construcción.


Precisamente esta es la cara y la cruz a que se enfrenta el elefante asiático: su valor como 'mano de obra' puede hacer que resulte más rentable domarlo que comerciar con su marfil.

Pero también es verdad que un animal como éste "jamás llega a estar totalmente domesticado" y no puede depender para su subsistencia como especie del hecho de que una grúa resulta muy cara. "Porque llegará un día en que los constructores preferirán una máquina, aunque sea de segunda mano, antes que un animal imprevisible que sólo obedecerá a una persona en toda su vida", asegura Anil Prasad, que alquila su elefante en Delhi para exhibirlo en bodas y fiestas.

Iniciativas de organizaciones ecologistas, como reservar corredores naturales que conecten las poblaciones dispersas y evitar así la endogamia, o el uso de microchips que ayuden a prevenir el tráfico de ejemplares viejos, parecen no ser suficientes para erradicar los problemas de la difícil convivencia entre hombres y elefantes en la India.

¿Comedia o drama?

Los incidentes que se dan son a veces cómicos y casi siempre dramáticos, como cuando 10 ejemplares murieron electrocutados en el enclave de Garo, en el estado oriental de Megalaya, al intentar rescatar a un joven elefante que masticaba unos cables pelados y su familia intentó rescatarlo en vano.

Por otro lado, se han hecho legendarios elefantes asesinos como el bautizado como Osama, que en seis meses acabó con la vida de 14 personas y destruyó varias casas y un templo antes de ser abatido.

La prensa india se inunda a veces de historias como un enorme macho que destruyó un circo para acudir al rescate de su pareja, o las no tan infrecuentes historias de elefantes borrachines que acuden regularmente a las aldeas y fábricas de licor en busca de unos litros de alcohol. En esas ocasiones, los damnificados no saben si defenderse del ataque a tiros o explotar como atracción turística las cruentas visitas del paquidermo.

En ciudades turísticas como Jaipur se puede cabalgar un elefante durante un rato a cambio de 10 euros, y en Nueva Delhi es posible alquilar un 'mahut' —su nombre en hindi— por menos de 100 para presumir en una boda o animar una fiesta. Pero ver a estos venerables colosos moverse entre el tráfico de la ciudad trae a la mente una versión distinta de aquel chiste: ¿para qué cruzó el elefante la carretera? Para sobrevivir.

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