Fuente: Expansion.com.
La existencia de agua es una condición básica para encontrar vida en otros mundos. Pero la exploración espacial podría dar un giro radical. Los científicos advierten de que otros elementos pueden ser un soporte adecuado para la vida.
Hace apenas unos días, el telescopio espacial Spitzer, de la NASA –dedicado a buscar superplanetas cien veces más grandes que Júpiter–, detectaba suficiente cantidad de vapor de agua como para llenar cinco veces los océanos de la Tierra dentro de un sistema estelar en formación. Era la primera observación directa de cómo el agua, un elemento indispensable para la existencia de vida, aparece en planetas como la Tierra.
Sin embargo, un estudio del National Research Council –The Limits of Organic Life in Planetary Systems– sostiene que el agua no es el único elemento necesario, y asegura que la vida podría existir en el amoníaco, o en el metano, por ejemplo. La investigación explora la posibilidad incluso de que haya vida basada en el silicio y no sólo en el carbono.
El estudio aconseja a la NASA y a otras instancias científicas a considerar seriamente la posibilidad de la “vida extraña” (organismos carentes de ADN u otras moléculas que se encuentran en la vida tal como hoy la conocemos), y a tener en cuenta que hay muchos aspectos de la vida en la Tierra que aún no alcanzamos a comprender.
Un cambio radical
Los científicos son conscientes de que la posibilidad de la “vida extraña” supondría un replanteamiento radical de las misiones de exploración de la NASA y de otras agencias espaciales.
Los cazaplanetas buscan mundos que sean capaces de mantener una atmósfera o un sustrato en el que haya agua, que es la clave, y que está mucho más presente de lo que cabría imaginar. Los expertos explican que en una nube gaseosa interestelar en Orión se ha descubierto que cada día se genera suficiente agua como para llenar 60 veces todos los océanos de la Tierra.
Quienes se dedican a la caza de planetas con vida tienen un campo de acción muy amplio: la Vía Láctea es una galaxia con un diámetro de 100.000 años luz. Todos los planetas extrasolares descubiertos lo han sido en un área de 200 años luz, por lo que en toda la galaxia podría haber unos 20.000 planetas como la Tierra.
Desde que en 1995 el hombre descubriera el primer planeta que orbitaba alrededor de una estrella diferente al Sol, conocemos ya 160 planetas de este tipo, muy diferentes a los que forman el sistema solar. Benjamín Montesinos, del Laboratorio de Astrofísica Espacial y Física Fundamental (INTA), precisa que los “planetas tipo Tierra” son rocosos, con una superficie sólida, y se diferencian de otros planetas gigantes como Júpiter.
Montesinos precisa que algunas misiones que investigarán explorando tránsitos de planetas, podrían descubrir, hacia 2008, hasta tres planetas con las características del nuestro. Otras misiones, como Kepler, observarán 100.000 estrellas durante cinco años. Sus responsables aseguran que si la mayoría de los planetas tienen el radio de la Tierra, descubrirán cerca de 50 nuevos similares a ella.
El estudio del National Research Council asegura que la búsqueda de vida extraterrestre se expandiría notablemente si se incluyera la “vida extraña”. Los planetas y las lunas que muestran rastros de agua líquida se sitúan en los primeros puestos entre los candidatos potenciales a ser estudiados en las diferentes misiones de la agencia espacial. Pero las cosas pueden cambiar, porque hay razones para sospechar que otros elementos químicos podrían ser soporte eficaz de vida en otros mundos.
Nuevos candidatos aparecerían en las preferencias de los exploradores. Titán, una luna de Saturno, sería uno de esos lugares privilegiados para buscar “vida extraña”. La sonda Huygens probó en 2005 que había evidencias de metano líquido cayendo en forma de lluvia sobre su superficie, y filtraciones de agua y amoníaco.
El hombre no hacía ninguna falta...
¿Cómo sería la Tierra sin el hombre? Alan Weisman, profesor de periodismo internacional en la Universidad de Arizona, colaborador habitual de publicaciones como ‘Harper’s’, ‘The New York Times Magazine’, ‘The Atlantic Monthly’ o ‘The Los Angeles Times Magazine’, es el autor de la última predicción de moda asociada al futuro de nuestro planeta en relación con el trato que recibe del ser humano.
En su libro ‘El mundo sin nosotros’, Weisman imagina la desaparición hipotética del ser humano de la faz de la Tierra y cómo reaccionaría ésta ante nuestro legado ecológico.
Para sus predicciones, Weisman ha estudiado multitud de lugares que el hombre no ha pisado durante años, como los bosques de la frontera entre Polonia y Bielorrusia; o la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur. También ha analizado la longevidad de un grupo de creaciones humanas, desde una antigua ciudad en Turquía hasta refinerías de petróleo, plantas químicas y nucleares, para valorar las consecuencias evidentes del abandono de éstas con el paso de los años. El autor habla de un ‘mini invierno químico nuclear’.
También destroza el mito de que las cucarachas camparán por sus respetos ante una hipotética hecatombe humana. Lo cierto es que los insectos acostumbrados a la protección de las calefacciones no sobrevirían al primer invierno crudo. También las ratas, acomodadas a la vida fácil que les proporcionan los abundantes desperdicios humanos, tendrían serias dificultades, igual que los animales domésticos, que serían las primeras víctimas de los nuevos depredadores.
Con los sistemas de alcantarillado y de cañerías y bombeo inutilizados, las infraestructuras de Metro de las grandes ciudades se inundarían en pocos días, mientras que las malas hierbas y árboles invadirían en poco tiempo las calles. Weisman pone el ejemplo de Nueva York: en dos días, el Metro estará inundado; en 20 años, las columnas que soportan la bóveda se corroen y ceden.
Las avenidas se convierten en ríos.
Tras miles de años, sólo los neumáticos y billones de toneladas de plásticos permanecen sobre la faz de la Tierra. Pero hasta esos restos tienen su fin, ya que la evolución de un microbio devorador de polímeros acabará con ellos. Weisman prevé una recuperación espectacular de las poblaciones de aves, peces y anfibios. La Tierra, sin el hombre, vuelve a ser un edén.
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