lunes, 10 de septiembre de 2007

Saber leer es bueno para la salud

Fuente: La Voz de Galicia.

El analfabetismo cierra la puerta del bienestar y el desarrollo a 774 millones de personas adultas, dos tercios mujeres.

El analfabetismo cierra la puerta de la salud y el bienestar a 774 millones de personas adultas (dos tercios mujeres), y la lista se alarga con 72 millones de niñas y niños sin escolarizar y un número aún mayor que no pueden acudir al colegio con regularidad.

Por eso el Día Internacional de la Alfabetización 2007 se centró este sábado en la idea de que saber leer y escribir es la «llave» para conseguir aquellas dos necesidades básicas para el desarrollo personal y comunitario.

La celebración oficial de la jornada tendrá lugar el lunes y martes en Bamako, donde la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) organiza una Conferencia de Apoyo a la Alfabetización en la Región Africana, la tercera de seis citas que darán la vuelta al mundo (Qatar, China, Malí, India, Costa Rica y Azerbaiyán) «para enfrentar los desafíos» del analfabetismo. Un reto global que tiene su mayor asignatura pendiente en el mundo pobre, y sobre todo en África, donde apenas el 60% de las personas adultas sabe leer y escribir. Pero que tampoco ha sido superado en el mundo rico, donde esa «llave de la salud y el bienestar» no siempre está disponible; de hecho, un millón de españoles no la tiene.

«Recetar» libros

Para simbolizarlo, la propia UNESCO ha distinguido en sus Premios de Alfabetización 2007 a dos proyectos de países desarrollados, uno en Estados Unidos y otro, en este caso como mención de honor, en España. El resto de galardones reconocerá cuatro iniciativas en China, Senegal, Tanzania y Nigeria empeñadas en acercar a la lectura y escritura a indígenas de áreas remotas, mujeres marginadas de la enseñanza y habitantes rurales, así como en promover las lenguas locales y la producción editorial comunitaria.

El proyecto estadounidense ROR (Reach Out and Read) encaja bien con el lema de este año, porque el personal médico y de enfermería que colabora con esa organización no lucrativa «receta» libros apropiados para su edad a niños de seis meses a cinco años de familias humildes que acuden a las revisiones pediátricas. Este año se distribuirán 4,6 millones de ejemplares a 2,8 millones de chiquillos de 50 Estados de la Unión, distrito de Columbia, Guam, Puerto Rico e islas Vírgenes.

Nuevos retos en España

También el proyecto de la zaragozana Fundación Adunare, el Centro de Educación de Personas Adultas (Codef), cuadra a la perfección con la filosofía de la jornada, porque, como subraya su directora María Jesús Ruiz, supone una «respuesta más integral que la simple alfabetización».

La organización, que nació hace casi 32 años para dar respuesta a las necesidades educativas más básicas de las gentes rurales llegadas al mundo urbano en los años de la industrialización, ha ido adaptándose a los cambios sociales. Por una parte, para garantizar la «formación permanente de adultos, que todos necesitamos». Por otra, para insertar plenamente en la comunidad «a las personas que van llegando» en estos tiempos de globalización, porque «si no facilitamos a los inmigrantes recursos para saber relacionarse, no pueden integrarse».

La iniciativa española avalada por la UNESCO se asienta, apunta Ruiz, en «tres ejes: participación, voluntariado y diversidad que enriquece», que en la práctica se imbrican para reforzarse mutuamente. Setenta personas voluntarias hacen posible el proyecto, que tiene siete coordinadores pedagógicos y uno general. Pero no funcionaría sin el «trabajo con la propia comunidad» y la participación del propio alumnado; sin utilizar «el bagaje cultural con que llega la gente», porque se trata de «aprovechar la cultura de la vida» para alfabetizar desde lo cotidiano, y sin el «intercambio de conocimientos» en el aula entre aquellos antiguos iletrados de la industrialización y estos nuevos vecinos de la globalización.

Como dice la directora de Adunare, que el lunes recogerá la distinción en Bamako, «con ese intercambio generamos un clima de convivencia, y juntos, aprenden».

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