El engorroso y costoso problema de limpiar los millones de chicles pegados en el suelo puede estar en vías de solución. Se llama Chicza, proviene de la selva tropical maya, en México, y se ha comenzado a vender en el Reino Unido, con júbilo por parte de las autoridades municipales.
Este chicle orgánico y biodegradable procede de la savia natural de un árbol. Un consorcio de 56 cooperativas con 2.000 trabajadores son los encargados de recolectar la goma en la selva, que luego manufactura la empresa Consorcio Chiclero, que ha comenzado a comercializarlo por todo el mundo.
El chicle procedente de este entorno natural no se pega en la ropa ni el pelo y se convierte en polvo cuando pasan seis semanas pegado en los pavimentos, aseguran sus productores, que se definen como una empresa de comercio justo.
El chicle Chicza se presenta con sabores de menta, limón, hierbabuena, naranja, canela y frutas rojas, y el paquete viene a costar 1,5 euros. Mucho más es lo que gastan los ayuntamientos del Reino Unido en limpiar las calles de la ultrapegasosa golosina. Desprender los chicles la calle Oxford de Londres lleva 17 semanas de dedicación intensa; cada operación viene a costar unos tres céntimos de euro.
Un portavoz de la empresa especializada en esta limpieza ha señalado que "cualquier producto que alivie este problema es bienvenido". Pero añadió: "La buena solución es envolver el chicle usado en un pequeño papel y ponerlo en la papelera".
"Lo más importante es que logramos reunir en un solo producto la historia de un pueblo como el maya, la conciencia ambiental y un artículo de alta calidad", ha declarado el gerente de Consorcio Chiclero, Manuel Aldrete.
La gente lo puede consumir "sin temor a problemas digestivos", además "es biodegradable", precisó al explicar que la goma de mascar común es una mezcla de polímeros, solventes, conservantes y saborizantes artificiales, muchos derivados del petróleo.
"La goma de mascar orgánica que llevamos a Europa es única en el mundo. Todo el proceso de elaboración del chicle está inmerso en diversos programas de conservación y manejo de la biodiversidad", afirmó.
"Los indígenas mayas que explotan la selva", dijo, "han sabido conservar sus recursos y muchos de los árboles de los que se extrae la resina tienen más de 400 años de antigüedad".
La zona forestal explotable para el chicle orgánico es de 1,3 millones de hectáreas, de donde en condiciones ideales se pueden obtener al año 350 toneladas del producto.
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