Hay gente que nace con estrella y gente que nace estrellada… y entre medias, existe un pequeño grupo de privilegiados capaces de cambiar su destino, por muy negro que pareciera en un principio. La última lista de la revista Forbes ha demostrado que el sueño americano es más que una expresión y tiene nombre y apellidos: John Paul DeJoria, de vagabundo a uno de los 1.000 hombres más ricos del mundo.
Con una fortuna estimada en 2.500 millones de dólares, DeJoria ha entrado por primera vez en The World´s Billionaires, que este año tiene la peculiaridad de que aparecen los mismos perros pero con distintos collares… es decir, los hombres de siempre pero con la mitad del patrimonio que en ocasiones anteriores como consecuencia de los estragos que ha provocado la crisis financiera en sus carteras. En su ficha puede leerse “Fortune: self made”, y nunca una descripción tuvo tanto significado.
La historia de DeJoria pasaría por ser un guión de Hollywood. La vida de un niño que con tan sólo 9 años tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su madre. No tenían que llevarse apenas a la boca después de que sus padres se divorciaran cuando él tan sólo tenía dos años y, junto a su hermano mayor, trataba de sacarse algunos dólares vendiendo periódicos y tarjetas de navidad. Pero pronto la situación fue insostenible y su madre tuvo que abandonarlos en una casa de acogida con la esperanza de que el Estado pudiera hacerse cargo de sus necesidades mejor que ella.
Pronto DeJoria comenzó a conformarse con su destino. Jamás llegaría a nada y como tantos adolescentes se rebeló contra toda regla establecida. Sin pilares sólidos, fruto de un claro ejemplo de familia desestructurada, comenzó a coquetear con las bandas callejeras de Los Ángeles hasta que ingresó definitivamente en una de ellas. Así pasaron los años hasta que un día cualquiera en el instituto se dio cuenta de que no era eso lo que quería.
Fue uno de sus profesores el que le hizo cambiar su percepción de la vida. Según ha contado DeJoria en múltiples entrevistas las palabras “nunca jamás tendrás éxito en nada de tu vida” marcaron un antes y un después para este empresario del mundo de la peluquería y de las bebidas alcohólicas.
Uno de los hombres más reconocidos en EEUUA sus 65 años de edad, es propietario de John Paul Mitchell Systems, de Patron Spirits Company, Patron Tequila, Solar Utility, Diamond Audio y otras tantas compañías que ha ido fundando o comprando a lo largo de su vida y que le reportan grandes beneficios. Pero no todo fueron días de vino y rosas. Tras graduarse en el instituto ingresó en la Marina de Estados Unidos, cuando se licenció quiso estudiar odontología, sin embargo, el alto coste de las universidades norteamericanas lo hizo inviable.
Un más que breve matrimonio le dejó sólo y con un hijo que sacar adelante. Vendió enciclopedias, seguros de vida, reparó bicicletas… No era suficiente y, demasiado orgulloso como para pedir ayuda, acabó viviendo en la calle, dentro de un coche, en más de una ocasión. Para conseguir subsistir recolectaba botellas y latas que cambiaba por patatas, arroz o latas de sopa en la tienda de ultramarinos.
Su gran oportunidad llegó cuando los laboratorios Redken, la mayor compañía de productos de peluquería de Estados Unidos del momento, se cruzó en su camino. Entró cobrando 650 dólares al mes pero eso le permitió dar el siguiente paso en la senda del éxito. Con un crédito de $700 se asoció con un amigo, Paul Mitchell, para poner en marcha un prometedor negocio de lociones para el pelo y métodos revolucionarios de estilismo. Durante el primer año de vida, no era más que un buzón postal en la oficina de correos donde recibían los encargos, mientras DeJoria y Mitchell iban, literalmente, puerta por puerta de los salones de todo el país. Su fórmula de venta fue la clave de la victoria. El ‘si no queda satisfecho le devolvemos su dinero’ en aquella época no se estilaba entre los comerciantes, pero ellos consiguieron que gracias a esa filosofía les dieran la oportunidad de probar sus productos y las peluquerías a las que acudían quedaban más que convencidas.
A fecha de hoy, John Paul Mitchell Systems es un imperio que todavía funciona con la esencia de aquellos días: hacer más con menos. No en vano, la compañía cuenta con tres veces menos el número de empleados que una firma de su categoría debería tener, sin embargo, el secreto radica en el rendimiento. JPMS paga muy por encima de otras empresas del sector y los beneficios extra que obtienen sus trabajadores se han convertido en un vínculo de lealtad hacia la compañía y, en consecuencia, de eficiencia. En los más de veinte años que lleva funcionando, el número de personas que han dejado de trabajar para ellos por propia voluntad es apenas un puñado.
Casado, con cuatro hijos y seis nietos, la vida de John Paul Dejoria es un claro ejemplo de dedicación hacia los demás. Sus obras de caridad son de sobra conocidas y vive volcado en aportar su granito de arena para conseguir un mundo mejor. Colabora en la lucha contra el cáncer, autismo, diabetes, leucemia, esclerosis múltiple… en la batalla contra el cambio climático, en fundaciones de ayuda a la infancia, en organizaciones ecologistas o el la supervivencia de las reservas indias de Estados Unidos, entre otras muchas actividades. Ha participado vivamente en la limpieza de minas antipersona en zonas de conflicto junto a Nelson Mandela, Brad Pitt, Richard Branson o la reina Noor y hasta ha llegado a ponerse de escudo entre un grupo de cazadores y una manada de focas en Canadá.
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