Son muchos los desafíos que Orbital Outfitters deberá afrontar antes de lograr que un ser humano regrese con vida de semejante viaje, explica la publicación científica Popular Science, pero en teoría, "una persona puede sobrevivir a una caída desde cualquier altura", según el ingeniero del la NASA Robert Manning. La cuestión es si los fundadores de la empresa, Rick Tumlinson ?uno de los creadores de la Space Frontier Foundation y colaborador en la creación el premio al primer viaje espacial privado a través de la X Prize Foundation- y Jonathan Clark -un ex astronauta de la NASA- pueden convertir la teoría en práctica.
La idea es convertir a los astronautas en una suerte de paracaidistas espaciales, de forma que puedan regresar a la Tierra sin la protección de grandes naves espaciales que les protejan de los rigores del espacio y la vuelta a nuestra atmósfera. A unos 1.000 metros de altura se abriría el paracaídas principal.
Si consiguen llevar a cabo el vuelo desde 31,3 kilómetros de altura, afrontarán un desafío aún mayor, lanzarse desde 96 kilómetros en el espacio en dirección a la Tierra. Quienes lo realicen alcanzarían una velocidad de 4.000 kilómetros por hora en la vuelta a la atmósfera, momento en el que las estrellas empezarían a desparecer según el cielo empieza a volverse azul. El traje sería capaz luego de lograr estabilidad gracias al primer sistema frenado integrado y el rozamiento, que reduciría la velocidad de forma paulatina hasta los 190 kilómetros por hora.
El objetivo de Tumlinson y Clark es muy ambicioso, pero no descabellado. El récord actual de salto lo estableció en 1960 un capital de las Fuerzas Aéreas de EE UU que se lanzó desde un globo que estaba situado a 31,3 kilómetros de altura, poco menos que la primera meta que se ha fijado Orbital Outfitters.
Para poder realizar las pruebas y demostrar que el producto es viable, Orbital Outfitters necesita un sistema de lanzamiento, una forma de llegar a la altura propuesta y situarse en el punto de partida para su viaje. Por eso se han asociado con una de las compañías privadas que trabaja para desarrollar naves capaces de realizar vuelos suborbitales, la del emprendedor John Carmack.
Los esfuerzos de éste por lograr un sistema fiable han sido hasta el momento poco afortunados y sus cohetes han logrado alturas insuficientes para el proyecto de los "paracaidistas espaciales". Es uno de los motivos en los que los analistas de la industria aeroespacial, como Bill Sweetman, fundamentan su escepticismo. "Sólo han alcanzado los 164 pies de altura", declara en Popular Science. "Todo depende de la fórmula mágina de tiempo más dinero, no hablan de nada que tenga que ver con alterar las leyes de la física, pero hay todavía mucha ingeniería que hacer".
Fuente: El Pais.
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