Fuente: La Vanguardia.
Los avances en la investigación genética cambiarán el diagnóstico prenatal. Investigadores del Centre de Regulació Genòmica (CRG) y la Universitat Pompeu Fabra (UPF), del Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona, han desarrollado un biochip, un test genético, para detectar anomalías en el feto, que ofrece mayor resolución y rapidez que las pruebas actuales.
Las anomalías congénitas afectan al 2% o 3% de los fetos. El diagnóstico prenatal, que suele incluir el análisis de células del feto, busca detectar esas alteraciones que indiquen patología o malformación, y dar así un margen a los progenitores para decidir si siguen adelante con la gestación o la interrumpen -lo que en España es legal por tal supuesto hasta la semana 22-, ya que muchas de esas anomalías limitarán la supervivencia o las condiciones de vida del bebé. Las pruebas prenatales actuales detectan anomalías diversas (que afectan a un gen, o a grandes fragmentos de cromosomas).
En las pruebas de control de todo embarazo, se hacen ecografías para evaluar la correcta formación del feto, y el triple screening (una prueba bioquímica que mide los niveles de tres hormonas en la sangre de la madre). Según los resultados de esta prueba o si la edad de la madre supera los 35 años, se recomienda la amniocentesis -aunque hay mujeres que la piden al margen de esos criterios-.
Con la amniocentesis se obtienen células del feto para hacer un estudio de sus cromosomas (cariotipo)- también se pueden hacer biopsias para obtener células fetales de las vellosidades coriales de la placenta o del cordón umbilical-.
Como el cariotipo requiere no menos de dos o tres semanas (las células se deben cultivar para el análisis), en algunos centros se hace un estudio molecular llamado QFPCR, cuyo resultado se tiene en un par de días y ya anticipa algunas de las anomalías más comunes (como el síndrome de Down). "El avance de la genética permite realizar ya exploraciones mucho más profundas", explica Xavier Estivill, médico genetista y coordinador del programa de genes y enfermedad del CRG. Así nació el proyecto de un test genético para el diagnóstico prenatal. El test se realiza mediante un biochip (o microarray) diseñado por Estivill y otros dos investigadores, Luis Pérez-Jurado y Lluís Armengol.
Es una tecnología que sustituye al análisis de cromosomas o cariotipo tras la amniocentesis y amplía su campo de detección. Si el análisis actual detecta anomalías que afectan a un mínimo de cinco millones de bases (o letras del código genético) del feto, el biochip tiene cien veces mayor resolución: detecta alteraciones que afectan a menos de 50.000 bases. Además, el biochip ofrece mayor rapidez, pues da resultados completos y fiables en tres o cuatro días, lo que reduce la angustia de la espera.
El biochip consiste en un pequeño cristal que, con la ayuda de robots y herramientas bioinformáticas, se elabora como una matriz donde se imprimen las partes del genoma que se quieren revisar. Con esa matriz se compara el material genético obtenido del feto (mediante amniocentesis u otra biopsia) y se constatan las diferencias, lo que indica las anomalías.
El biochip de diagnóstico prenatal incorpora todas las regiones del genoma que se saben implicadas en alteraciones cromosómicas. Lo que han hecho los investigadores es aplicar sus conocimientos sobre genética y patologías para colocar en el biochip información de todas aquellas anomalías de las que se tiene certeza que son causa de trastornos o patología incurable y grave (la mayoría de veces, retraso mental o discapacidades y que pueden ser incluso mortales).
La anomalía cromosómica más conocida es el síndrome de Down, o trisomía del cromosoma 21, pero existen muchas otras pérdidas y ganancias de material genético causantes de enfermedad, que pueden ser detectadas con el test genético. Su mayor resolución permite diagnosticar más de 200 anomalías que causan síndromes diversos (algunas que se dan en uno de cada 600 o 700 embarazos, otras en uno de cada 10.000).
Pérez-Jurado, también médico coordinador de Medicina Molecular y Genética del hospital Vall d´Hebron de Barcelona, señala que el empleo del biochip no requeriría por ahora cambiar el protocolo de diagnóstico prenatal, pues para obtener las células fetales debe hacerse la amniocentesis (o biopsias similares).
El biochip, con su resolución y rapidez, podría extender aún más el análisis prenatal si la investigación avanza y se pueden obtener células fetales de la sangre de la madre (como un análisis de sangre). Se trabaja en ello, pero aún debe mejorar la tecnología de separación de células de la madre y del feto para garantizar la fiabilidad del estudio.
Los investigadores del CRG y UPF prevén crear una spin-off (una empresa vinculada a un centro público de investigación) que desarrolle comercialmente el biochip. Pero, dado que la investigación ha nacido dentro de proyectos impulsados y financiados con recursos públicos, se espera que el primer paso sea el ensayo y aplicación en hospitales públicos, con el auspicio del Departament de Salut.
"Nosotros trabajamos en investigación, básica y aplicada, para progresar en la lucha contra las enfermedades y uno de los objetivos es trasladar los resultados a la práctica clínica diaria", recuerda Estivill. Aún se debe decidir cómo se haría esa aplicación del biochip y su financiación, según fuentes de Salut.
Estivill augura que en uno o dos años podría extenderse el uso de biochips en el diagnóstico prenatal, con una substitución progresiva del estudio cromosómico. En EE.UU. se han empezado a usar biochips similares y hay estudios piloto en otros países europeos. No todos los centros dispondrían de la tecnología, pero sí los hospitales de referencia y laboratorios de análisis.
La versatilidad del biochip y la vinculación de sus creadores a centros de investigación permitirá ir ampliando el diagnóstico a medida que se conozcan más anomalías. En un microarray se pueden ir incorporando trozos de genoma - cada persona tiene unos 30.000 genes organizados en 3.000 millones de bases-. O bien se crearán más biochips para grupos de dolencias. Ahora, se usa el diagnóstico genético en embriones, antes de implantarlos por fecundación in vitro en el útero, para descartar enfermedades hereditarias. Y, se empiezan a crear biochips para detectar dolencias en niños y adultos.
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