BARCELONA.- Hace 60.000 años, sólo 2.000 generaciones, un pequeño grupo de humanos africanos salió en busca de nuevas tierras y dio lugar a la gran diversidad física y cultural que hoy ha colonizado el planeta. Las pistas de este viaje al pasado se encuentran en el ADN y éste es el camino emprendido por el investigador norteamericano Spencer Wells.
De visita en España, presentó en el museo Cosmocaixa de Barcelona su último libro, Nuestros antepasados (RBA), resumen de un proyecto que no sólo consiste en recoger ADN de los indígenas. Gracias a la venta de un kit, que permite a cada persona conocer de donde proviene su linaje, Wells –y con él National Geographic– recauda fondos para ayudar a preservar las culturas indígenas minoritarias. Wells tiene tarea hasta 2010.
Pregunta.– ¿En qué fase está el proyecto, que comenzó en 2005? Respuesta.– Hoy tenemos 10 centros en todo el mundo recogiendo ADN. Ha sido complicado hacer esta red, pero ya tenemos muestras de 25.000 indígenas de los 100.000 que queremos conseguir. También el público ha respondido y hemos vendido 210.000 kits. Gracias a ello, diponemos de 2,5 millones de dólares para un fondo que financiará programas de ayuda a los indígenas.
P.– ¿Qué nos dice este ADN?
R.– Mucho más que los fósiles, que sólo dicen que tuvimos antepasados en África y de repente aparecieron los humanos en todo el mundo. Pero, ¿cómo emigramos y nos diversificamos? La genética nos cuenta que provenimos de unos humanos que vivían en el este de África hace 60.000 años y emigraron hacia Asia, por la costa, hasta llegar a Australia hace 50.000 años. Otra oleada de emigración, de la que proceden también la mayoría de los africanos, viajó hace 45.000 años a Oriente Medio y Asia Central y, desde allí, unos fueron hacia Europa (hace unos 35.000 años) y otros a Siberia (hace 20.000 años), de donde cruzaron a América.
P.– Aquellos Adán y Eva africanos que dieron lugar a la Humanidad no coincidieron en el tiempo.
R.– Bueno, ellos fueron los que dejaron su linaje genético hasta hoy. Otros se perdieron. Nosotros estudiamos el cromosoma Y del hombre y el ADN mitocontrial que transmiten las mujeres. Fue así como llegamos a Adán y Eva, separados por 140.000 años. Esto se debe a que la velocidad a la que cambia el linaje genético varía según el tamaño de la población. En la mayoría de las poblaciones humanas hay menos hombres que mujeres.
P.– ¿Cómo se supone que eran?
R.– Muy parecidos a los africanos modernos actuales. A medida que dejaron África, la piel se aclaró, cambió el pelo... Con el tiempo variaron las características superficiales, pero por dentro somos iguales. Somos de la misma familia africana, hace 60.000 años.
P.– ¿Qué factores nos hicieron diferentes?
R.– El color de la piel se sabe que se aclaró en el norte porque, a medida que dejamos los trópicos, perdimos melanina para sintetizar la vitamina D. Otros rasgos pueden deberse a lo que Darwin llamó selección sexual: escoger personas para copular que resultan atractivas, y éste es un criterio que varía. Son decisiones locales que producen cambios en la apariencia de una población. Hay un pueblo en Rumanía donde todas las mujeres eran bigotudas y a los hombres les gustaban así y tenían más hijas y les transmitían este rasgo.
P.- ¿Por qué es tan interesante el ADN de los indígenas?
R.- Porque mantienen un vínculo con sus antepasados que nosotros hemos perdido. Hay personas que no se han movido en decenas de miles de años y mantienen una conexión con su pasado. Nos dan una visión más clara del aspecto que tenían los antepasados. Gracias a ellos podemos ver cómo se han movido por el mundo.
P.– ¿Cómo influyó la agricultura en este viaje de los humanos?
R.– La mayoría de los europeos, el 80%, tiene sus antepasados en el Paleolítico, en los cro-mañón, que son los que salieron en la segunda oleada de emigración de África y llegaron a Europa Occidental hace unos 35.000 años. Pero hay un 20% de las muestras genéticas europeas que procede de Oriente Medio hace sólo 10.000 años. Fue allí donde la gente comenzó a plantar y domesticar animales;ello les permitió producir más alimentos. Creció la población y necesitaron más espacio, así que divulgaron sus genes por el norte del África, el sur de Europa y Europa noroccidental. En otras zonas del continente, más que los genes se divulgó la cultura.
P.– El ADN puede explicar la diversidad física, pero ¿la cultural?
R.– El lenguaje también lo heredamos de nuestros padres, como la cultura: es el trazado de los patrones genéticos. Podemos comparar familias lingüísticas y son parecidas en el ADN en el 80% de los casos. Lo interesante es el 20% diferente porque nos dice que la cultura evoluciona. Un caso es la aparición de la agricultura en las islas británicas, adonde no llegó desde Oriente Medio. Eso nos dice que aquellos cazadores de hace 5.000 años vieron que en Francia había cultivos y decidieron imitarles.
P.– ¿Se puede saber cuándo apareció el lenguaje?
R.– No, pero lo que sí hay es arte de hace 60.000 años en África. Es la esencia del pensamiento abstracto que es el que utilizamos para transmitir ideas complejas. Quizá el lenguaje surgió como respuesta a un cambio climático. Se vivía la última fase de la Edad de Hielo, había sequía en África y la población bajó a 2.000 personas. Es posible que el lenguaje nos permitiera sobrevivir porque pudimos informar a otros de las innovaciones.
P.– ¿Es difícil convencer a los indígenas de que participen?
R.– No, porque tienen un contacto claro de unión con sus antepasados. Conocen hasta 10 generaciones. Nosotros les decimos que eso es el ADN y se entusiasman.
P.- ¿Hay algunas regiones más interesantes de investigar?
Cada una es fascinante. Nos hemos centrado en África, donde hay más diversidad que en ningún otro continente, estos últimos años. Hice un muestreo de los toubou, en Chad, que llevan allí 30.000 años viviendo. También estudiamos los chukchi, en Siberia, descendientes directos de los que poblaron América, etcétera. Ellos tienen las claves de nuestro viaje por el mundo.
P.– ¿Cuál es el mensaje que está llegando a través de este proyecto científico?
R.– Que todos los seres humanos somos primos y estamos conectados por los antepasados. Es importante saber que las razas no existen.
Fuente: El Mundo.