miércoles, 8 de agosto de 2007

Guerra a la bolsa de plástico

Si un invento humano puede calificarse sin duda de exitoso, ese es la bolsa de plástico. Este objeto sin el cual nuestra vida cotidiana sería inimaginable no es, sin embargo, tan antiguo como la rueda o el fuego, como podría parecer a juzgar por su omnipresencia: en realidad, el material fue inventado en los años cuarenta, pero el envase no se popularizó hasta bien entrados los setenta. Los lectores de más edad pueden hacer un esfuerzo y rememorar, por ejemplo, cómo hacían la compra o sacaban la basura cuando eran niños. Pues bien: esa bolsa que no pueden recordar -porque no estaba- existe hoy por billones. Según distintas estimaciones, se producen cada año entre 500.000 millones y 3 billones en todo el mundo. A los españoles nos corresponden 238 por habitante y año, más de 10.000 millones de bolsas con un peso de 97.000 toneladas, de las que apenas el 11% se recicla.

Las ventajas del invento son evidentes. Es más ligera, flexible, impermeable e higiénica que cualquier otro envase con que se la compare. Aparentemente perfecta. Entonces, ¿por qué gobiernos y, sobre todo, organizaciones ciudadanas y ecologistas le han declarado la guerra? ¿Por qué proliferan las leyes y campañas contra ella? ¿Cuál es el problema?

No es uno; son muchos. En primer lugar, los polietilenos y polipropilenos de que están hechas proceden del petróleo y su fabricación, aparte de consumir combustibles fósiles, contamina la atmósfera con emisiones de CO2.

En segundo lugar, hay demasiadas -billones de ellas-, quizá porque, a consecuencia de su aparente gratuidad, se consumen en exceso. El hecho de que -todavía- la mayoría de los comercios las propocionen sin cobrarlas -al fin y al cabo, cada una es un anuncio de su marca- hace que se conviertan rápidamente en un objeto de desecho que no importa tanto tirar a la basura. «Ya volverán a darme más en el ’súper’», piensan muchos.

La bolsa de supermercado corriente, también llamada de camiseta, es la que más prolifera. Con un peso de 6 gramos, puede acarrear hasta 9 kilos de compra. Al ser de peor calidad, su índice de reutilización es muy bajo.

El problema es que la tasa de reciclaje es muy baja y una gran parte de las bolsas que se desechan en el mundo acaban o bien incineradas -con la consiguiente contaminación atmosférica- o bien en el medio ambiente.

Ganas de volar.

Por su forma y peso, las bolsas de plástico tienen tendencia a volar y desperdigarse: se enganchan en los árboles, vagan a ras de suelo y tienen predilección por el agua -una vez que se mojan, ganan peso-, por lo que su ‘hábitat’ favorito son los ríos, lagos y océanos. Es frecuente que su acumulación en tuberías, alcantarillas o cursos de agua provoque riadas e inundaciones.

En el medio ambiente tienen consecuencias nefastas, multiplicadas por su lentísima degradación, que puede durar decenas o cientos de años (aún no se sabe). Las partículas tóxicas procedentes del petróleo y los metales pesados de sus decoraciones afectan al suelo y al agua. Pero además, causan la muerte por asfixia de ballenas, delfines, focas, tortugas y aves marinas, entre otros animales.

A la voz de alarma de las organizaciones conservacionistas han seguido en todo el mundo iniciativas tendentes, por un lado, a reducir el consumo de bolsas contaminantes y, por otro, a sustituir paulatinamente los materiales de que están hechas por otros biodegradables. En España, el Ministerio de Medio Ambiente ha aprobado una normativa para que en el año 2015 el 70% de las bolsas sean biodegradables.

Por otro lado Cicloplast -la organización sin ánimo de lucro creada por las firmas fabricantes y transformadoras de plásticos- firmó un acuerdo con las grandes empresas de distribución (supermercados e hipermercados), para impulsar una campaña de concienciación ciudadana contra el despilfarro de bolsas y por la reutilización y el reciclado.

Fuentes de Cicloplast recordaron a IDEAL que, en los últimos años, los fabricantes han reducido el peso de las bolsas en un 70% sin disminuir su resistencia, para minimizar el problema de los residuos contaminantes. Además, entre el 5% y el 10% de la materia prima es a su vez plástico reciclado. Y todas las bolsas son 100% reciclables: su destino suele ser convertirse en bolsas de basura, pero también en tuberías, láminas y ‘film’.

Bioplásticos.

Hay mucho camino por recorrer. La única empresa del país que fabrica bolsas ‘ecológicas’ -la de la multinacional Sphere en Utebo (Zaragoza)- exporta la mayor parte de su producción a Europa porque las grandes distribuidoras españolas no se animan a sustituir sus envases contaminantes. El problema, como siempre, es el dinero. Si una bolsa de supermercado corriente cuesta en torno a un céntimo y medio de euro -Cicloplast prefiere no revelar ese dato-, una biodegradable sube a 5 ó 6 céntimos. Fuentes de Sphere-Utebo reconocieron que hasta ahora sólo producen este material biodegradable para una cadena de supermercados catalana, PlusFresh. Además, suministrarán todas las bolsas de la Expo Zaragoza 2008.

La bolsa de Sphere está fabricada con fécula de patata: de un tubérculo de tamaño normal pueden obtenerse diez bolsas. Una vez desechado, el envase empieza a degradarse en unos 10 días por acción del sol y los microorganismos y se convierte en compost o abono orgánico en unos seis meses, a pesar de que más de la mitad de su composición es de plástico degradable.

Por su parte, la italiana Novamont fabrica el Mater-Bi, un bioplástico hecho a partir de almidón de maíz, trigo y patata. Otro modelo es el francés Néosac (Neobolsa), un envase de polietileno capaz de fragmentarse en trozos muy pequeños y ‘desaparecer’ en tres años, según sus fabricantes. Algunos grupos ecologistas aducen que de biodegradable, nada: las partículas plásticas, por minúsculas que sean, continúan resultando nocivas.

Opciones.

Mientras los ‘híper’ españoles deshojan la margarita sin decidirse a apostar por lo verde, una alternativa para disminuir el despilfarro de bolsas es cobrarlas, lo cual tiene dos consecuencias: la tienda ahorra costes y el consumidor, concienciado a la fuerza, opta por reutilizar ese objeto que le ha costado dinero, aunque sólo sean 2 ó 3 céntimos. Esta es la política de hipermercados de ‘descuento’ como Dia y Lidl.

Otra opción adoptada por algunas grandes superficies -entre ellas Alcampo, Carrefour y Eroski- es ofrecer y cobrar a los clientes bolsas reutilizables, de mayor calidad que las normales y fabricadas con plásticos reciclados.

Fuente: Notas.com.es.

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